El dilema! -Pagarán sus crímenes?
El dilema! -Pagarán sus crímenes?
Militares que cumplen, junto con el paramilitarismo (engendro irracional que
jurídicamente los afecta) la macabra, inhumana y antipatriótica misión de matar,
traficar, desplazar, torturar, intimidar y robar propiedades a sus
compatriotas. Convertidos en verdugos, derraman la sangre de miles de
colombianos, mientras los problemas sociales se agravan. Por eso el proceso
electoral es una terrible farsa, escriben los analistas políticos, Hipólito
Puentes y Carlos Andrade.
10.05.2005 [Hipólito Puentes y Carlos Andrade] La dinámica del proceso
colombiano agiganta una contradicción irreversible que sólo será resuelta si
los fenómenos que la generaron son tratados a través de la solución política.
Desde hace más de medio siglo los sucesivos gobiernos de la oligarquía
liberal-conservadora vienen haciendo la guerra contra el pueblo. Esa ha sido y
sigue siendo su política.
Nuestro Libertador Simón Bolívar nos dejó como legado, que las armas de la
República, jamás deben ser disparadas contra los ciudadanos, sino usadas para
guarnecer las fronteras patrias y nos deja ver la luz en la otra punta del
túnel. Esa luz es, digámoslo una vez más, la solución política del conflicto
económico, social y armado.
No es con guerra como se tratan los problemas sociales del pueblo colombiano. Lo
demuestran los efectos actuales de la confrontación, que solamente favorece a
una minoría fascista, narcotraficante y apátrida, que trasformó el Estado y sus
armas en instrumento del Terrorismo de Estado, para a punta de bala contra el
pueblo defender sus intereses y del Imperio de las multinacionales
estadounidenses.
Para las FARC que luchan por transformaciones profundas que lleven a la Paz con
Justicia Social, paso dado, es paso asegurado. En su diccionario no existe la
palabra improvisación. La actual respuesta de sus combatientes farianos a la
mayor operación militar contra esa organización revolucionaria de toda nuestra
historia, lo confirma.
No hacen la guerra por simple gusto. Grandes razones inspiran el compromiso de
luchar por la Liberación Nacional. Y la guerra del gobierno contra el pueblo es
evitable pues existen caminos para avanzar hacia la paz, el entendimiento
político y respeto de las diferencias. La oligarquía colombiana sabe que si deja
al pueblo avanzar por la vía electoral, pierde el Poder el gobierno y con él,
los instrumentos de muerte que usa en defensa de sus intereses.
Para eso cuenta con militares que cumplen, junto con el paramilitarismo
(engendro irracional que jurídicamente los afecta) la macabra, inhumana y
antipatriótica misión de matar, traficar, desplazar, torturar, intimidar y robar
propiedades a sus compatriotas. Convertidos en verdugos, derraman la sangre de
miles de colombianos, mientras los problemas sociales se agravan. Por eso el
proceso electoral es una terrible farsa.
Al comprometer a los mafiosos en el paramilitarismo, los militares se volvieron
mafiosos. Hoy son los más poderosos carteles del narcotráfico con presidente y
diplomáticos militares exclusivos. Igualmente comprometidos están en altos
escalones, las agencias de inteligencia nacionales y gringas, en el negocio de
las drogas alucinógenas a nivel internacional.
Los aparatos militar, paramilitar, el sector financiero y gran parte de la
industria y de otras actividades productivas integran un mismo polo de poder del
que no se queda atrás la clase política. Descrédito de grandes proporciones,
imposible de ocultar.
El intento de legalizar el paramilitarismo para darle un giro de modo que siga
cumpliendo su matanza, lo confirma. Son 35 años de carnicería humana. Este
genocidio por su dimensión es una deuda impagable que demuestra lo duro que ha
sido el conflicto de clases en Colombia.
La situación ha llegado a tal punto que deja a los que se empotraron en el poder
ante el dilema de llamar o no a juicio a los responsables. El Ralito de Uribe,
compromete varios factores, entre ellos el político, el militar y el
narco-paramilitar; los posibles acuerdos serán de mucha discusión y análisis
para resolver en parte, problemas que carga el Estado.
Lo cierto es que la crisis del Estado y la reversada obligatoria del
paramilitarismo, por la vía que sea, puede pasar por una purga de impredecibles
consecuencias. Puede comprometer desde Narco-Generales, Narco-Empresarios,
Narco-Ganaderos, Narco-Industriales, Narco-Políticos, Narco-Paramilitares, hasta
instituciones del Estado, iglesias y presidentes, así todos intenten lavarse las
manos. Aunque tengan que matar. Pues en eso, están acostumbrados.
Juzgar a los autores de las atrocidades terroristas de Estado para que paguen
los delitos cometidos, no reparará en su totalidad el tremendo daño causado al
país; Colombia continuará heredando la mala historia de violencia, de masacres,
torturas, desapariciones, de desalojos y demás, nunca antes conocida.
Si continúan intentando solucionar la crisis por la vía militar es echarle más
leña al fuego creciente de la confrontación. Y serán fascistas, quienes desde el
gobierno se empeñan en destruir el tejido social de nuestra Patria a punta de
tiros. Es lo que quiere el Imperio que el gobierno siga matando ciudadanos que
luchan por la Nueva Colombia, a los que Bushuribe llama de terroristas.
Los malos resultados tanto políticos como militares económicos en la conducción
del gobierno dan razones suficientes y crean condiciones nuevas e indican con
seguridad que las relaciones entre Colombia y EEUU tienen que revisarse y
tratarse en igualdad de condiciones, con dignidad, soberanía y el derecho a
nuestra autodeterminación. Si no es así, no habrá paz en Colombia.
Militares que cumplen, junto con el paramilitarismo (engendro irracional que
jurídicamente los afecta) la macabra, inhumana y antipatriótica misión de matar,
traficar, desplazar, torturar, intimidar y robar propiedades a sus
compatriotas. Convertidos en verdugos, derraman la sangre de miles de
colombianos, mientras los problemas sociales se agravan. Por eso el proceso
electoral es una terrible farsa, escriben los analistas políticos, Hipólito
Puentes y Carlos Andrade.
10.05.2005 [Hipólito Puentes y Carlos Andrade] La dinámica del proceso
colombiano agiganta una contradicción irreversible que sólo será resuelta si
los fenómenos que la generaron son tratados a través de la solución política.
Desde hace más de medio siglo los sucesivos gobiernos de la oligarquía
liberal-conservadora vienen haciendo la guerra contra el pueblo. Esa ha sido y
sigue siendo su política.
Nuestro Libertador Simón Bolívar nos dejó como legado, que las armas de la
República, jamás deben ser disparadas contra los ciudadanos, sino usadas para
guarnecer las fronteras patrias y nos deja ver la luz en la otra punta del
túnel. Esa luz es, digámoslo una vez más, la solución política del conflicto
económico, social y armado.
No es con guerra como se tratan los problemas sociales del pueblo colombiano. Lo
demuestran los efectos actuales de la confrontación, que solamente favorece a
una minoría fascista, narcotraficante y apátrida, que trasformó el Estado y sus
armas en instrumento del Terrorismo de Estado, para a punta de bala contra el
pueblo defender sus intereses y del Imperio de las multinacionales
estadounidenses.
Para las FARC que luchan por transformaciones profundas que lleven a la Paz con
Justicia Social, paso dado, es paso asegurado. En su diccionario no existe la
palabra improvisación. La actual respuesta de sus combatientes farianos a la
mayor operación militar contra esa organización revolucionaria de toda nuestra
historia, lo confirma.
No hacen la guerra por simple gusto. Grandes razones inspiran el compromiso de
luchar por la Liberación Nacional. Y la guerra del gobierno contra el pueblo es
evitable pues existen caminos para avanzar hacia la paz, el entendimiento
político y respeto de las diferencias. La oligarquía colombiana sabe que si deja
al pueblo avanzar por la vía electoral, pierde el Poder el gobierno y con él,
los instrumentos de muerte que usa en defensa de sus intereses.
Para eso cuenta con militares que cumplen, junto con el paramilitarismo
(engendro irracional que jurídicamente los afecta) la macabra, inhumana y
antipatriótica misión de matar, traficar, desplazar, torturar, intimidar y robar
propiedades a sus compatriotas. Convertidos en verdugos, derraman la sangre de
miles de colombianos, mientras los problemas sociales se agravan. Por eso el
proceso electoral es una terrible farsa.
Al comprometer a los mafiosos en el paramilitarismo, los militares se volvieron
mafiosos. Hoy son los más poderosos carteles del narcotráfico con presidente y
diplomáticos militares exclusivos. Igualmente comprometidos están en altos
escalones, las agencias de inteligencia nacionales y gringas, en el negocio de
las drogas alucinógenas a nivel internacional.
Los aparatos militar, paramilitar, el sector financiero y gran parte de la
industria y de otras actividades productivas integran un mismo polo de poder del
que no se queda atrás la clase política. Descrédito de grandes proporciones,
imposible de ocultar.
El intento de legalizar el paramilitarismo para darle un giro de modo que siga
cumpliendo su matanza, lo confirma. Son 35 años de carnicería humana. Este
genocidio por su dimensión es una deuda impagable que demuestra lo duro que ha
sido el conflicto de clases en Colombia.
La situación ha llegado a tal punto que deja a los que se empotraron en el poder
ante el dilema de llamar o no a juicio a los responsables. El Ralito de Uribe,
compromete varios factores, entre ellos el político, el militar y el
narco-paramilitar; los posibles acuerdos serán de mucha discusión y análisis
para resolver en parte, problemas que carga el Estado.
Lo cierto es que la crisis del Estado y la reversada obligatoria del
paramilitarismo, por la vía que sea, puede pasar por una purga de impredecibles
consecuencias. Puede comprometer desde Narco-Generales, Narco-Empresarios,
Narco-Ganaderos, Narco-Industriales, Narco-Políticos, Narco-Paramilitares, hasta
instituciones del Estado, iglesias y presidentes, así todos intenten lavarse las
manos. Aunque tengan que matar. Pues en eso, están acostumbrados.
Juzgar a los autores de las atrocidades terroristas de Estado para que paguen
los delitos cometidos, no reparará en su totalidad el tremendo daño causado al
país; Colombia continuará heredando la mala historia de violencia, de masacres,
torturas, desapariciones, de desalojos y demás, nunca antes conocida.
Si continúan intentando solucionar la crisis por la vía militar es echarle más
leña al fuego creciente de la confrontación. Y serán fascistas, quienes desde el
gobierno se empeñan en destruir el tejido social de nuestra Patria a punta de
tiros. Es lo que quiere el Imperio que el gobierno siga matando ciudadanos que
luchan por la Nueva Colombia, a los que Bushuribe llama de terroristas.
Los malos resultados tanto políticos como militares económicos en la conducción
del gobierno dan razones suficientes y crean condiciones nuevas e indican con
seguridad que las relaciones entre Colombia y EEUU tienen que revisarse y
tratarse en igualdad de condiciones, con dignidad, soberanía y el derecho a
nuestra autodeterminación. Si no es así, no habrá paz en Colombia.
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