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Buenosdiasamerica

Octubre cinco (2004)

Octubre cinco (2004)

Compañeras y compañeros: buenas noches.

A nombre de la Comisión de Trabajo de los Ex Prisioneros Políticos del MIR agradecemos su presencia en este acto.

Conmemoramos hoy el 30º Aniversario de la caída en combate de nuestro compañero Miguel Enríquez Espinoza, líder revolucionario chileno y Secretario General del Movimiento de Izquierda Revolucionaria, MIR. Y en su figura rendimos también homenaje a los cientos de compañeros miristas que cayeron en la lucha, en particular a aquellos militantes que ofrendaron su vida aquí en Concepción.

Nos referimos a los compañeros: Rudy Cárcamo Ruiz, José Castro Alvarez, Sergio Riffo Ramos, Héctor Rodriguez Cárcamo, detenidos desaparecidos, y a los compañeros: Luciano Aedo Arias, Oscar Arros Yañez, Ricardo Barra Martínez, Tránsito Cabrera Ortiz, Hugo Candia Nuñez, Miguel Catalán Febrero, José Constanzo Vera, José Delgado Sanhueza, Nelson Herrera Riveros, Mario Lagos Rodriguez, Carlos Lara Garrido, Héctor Lepe Moraga, Ernesto Mardones Soto, Manuel Melo Domani, Marcos Montecinos San Martín, Máximo Neira Salas, Oscar Salas Parra, Alberto Salazar Briceño, Jane Vanini, Iris Vega Bizama, Luis Villegas Mesa, todos ellos muertos en diversos momentos y circunstancias.

Miguel fue un destacado militante revolucionario que desde muy joven abrazó la causa de los trabajadores y de los desposeídos de este país. Él fue producto y parte de toda una generación de jóvenes luchadores sociales que se comprometieron a fondo con los destinos del pueblo chileno y trataron de abrir caminos que nos pudieran conducir a la construcción de una sociedad más justa y libre y solidaria.

A comienzos de los años sesenta, eran varias las pequeñas organizaciones revolucionarias que dispersas y fragmentadas buscaban influir en los procesos de organización y de movilización del movimiento popular chileno. El influjo de la revolución cubana dio un nuevo impulso a esta búsqueda y cimentó los afanes de las huestes revolucionarias, ahora con la convicción y la certeza de que el triunfo de la causa popular era posible aun en el patio trasero del imperialismo. Es así como progresivamente empiezan a generarse las condiciones y a producirse las confluencias que darían paso a la gestación de una sola organización que aglutinara los esfuerzos y unificara las políticas revolucionarias chilenas.

Miguel formó parte activa de todo este proceso previo, por lo que fue una consecuencia lógica y natural que, integrando una delegación de rebeldes penquistas, concurriera al Congreso de fundación del MIR en agosto de 1965, en Santiago. En ese Congreso fundacional, junto a Luciano y Baucha, fue elegido como uno de los 21 miembros del Comité Central de la naciente organización. Miguel tenía recién 21 años de edad.

En los años siguientes, empieza a notarse la preponderancia de Miguel y del grupo de miristas jóvenes de Santiago y Concepción en los destinos de la nueva organización. Este predominio se expresaba en el crecimiento orgánico y la influencia del MIR en al ámbito estudiantil y en la extensión del trabajo hacia las zonas mineras de Lota y Coronel y en otras provincias cercanas. Ya para 1966 el MIR era la primera fuerza política de la izquierda aquí en la Universidad de Concepción y desde 1967 logra la conducción de la FEC a través de otro de sus líderes históricos más importantes y decisivos como fue Luciano Cruz.

Sin embargo, el desarrollo que el MIR en su conjunto tuvo en estos años iniciales no fue miel sobre hojuelas ni dio muestras de una identidad granítica a escala nacional. Por el contrario, el propio Miguel hacía un balance descarnado de este período describiéndolo con estas palabras: "El movimiento se desarrolló entre 1965 y diciembre de 1967 marcado por las siguientes características: Era una bolsa de gatos, de grupos, fracciones, disputas, etc. No había niveles orgánicos mínimos. Predominaba el más puro ideologismo. No había estrategia y menos aún táctica. Aislados de las masas. No se intentaron seriamente realizar acciones armadas, si bien se hablaba de ellas y el movimiento se definía por la lucha armada. Eran años en que recién buscábamos un programa correcto para la revolución chilena y a lo más hacíamos propaganda revolucionaria en restringidos sectores y zonas del país, neutralizados internamente por una lucha de tendencias que abarcaba más de una decena de grupos internos". Era evidente que el nacimiento de una organización revolucionaria no se resuelve con el mero hecho de fundarla. Miguel era consciente de ello y más aun de la necesidad que tenía el pueblo chileno de dotarse de una organización de vanguardia que supiera expresar las aspiraciones populares y fuera capaz de abrir una senda revolucionaria hacia la conquista de los objetivos socialistas.

Por eso tampoco fue extraño que en el Tercer Congreso Nacional del MIR, celebrado en diciembre del 67, Miguel fuera elegido Secretario General del Movimiento y el grupo que él lideraba obtuviera 10 de los 15 miembros del nuevo Comité Central y la totalidad del Secretariado Nacional.

Es a partir de este suceso que empieza a forjarse la identidad ideológica y política del MIR. El núcleo de dirección, encabezado por Miguel, se da a la tarea de darle al Movimiento un carácter leninista de partido revolucionario, de vanguardia político-militar de la clase obrera y el pueblo, por extender físicamente su presencia y por homogeneizar los criterios de funcionamiento y de militancia partidaria. Del mismo modo, la introducción de la violencia revolucionaria en el accionar de las masas, y la incorporación de la lucha armada como instrumento legítimo de lucha popular, se convirtieron en los elementos distintivos del que hacer político y práctico del MIR.

No fue tampoco un período fácil o exento de problemas. El balance que Miguel hacía de la situación de nuevo da cuenta de ello: " éramos una organización que estaba constituida por varios ‘partidos’, ‘grupos’ ‘fracciones’, con políticas divergentes de pensamiento, y en el último período incluso orgánicamente diferenciadas. Tenía por base todo tipo de ‘militantes’, donde no se realiza ningún proceso de selección para el ingreso; así, habían ‘aficionados’ a la revolución, descomprometidos, intelectualoides, etc. Sin niveles de organización y especialización aceptables. Que contaba con una concepción general estratégica relativamente correcta a largo plazo (tesis político-militar de 1967) pero sin una adecuación táctica concreta al país y al período. Se intentó hacer mucho, pero el instrumento básico (la organización) era malo." De nuevo se hacía evidente que la creación de una organización revolucionaria era algo más complejo que dotarse de un simple esquema de adherencia política.

Es en ese contexto que la Dirección Nacional emprende una ofensiva interna por consolidar el carácter revolucionario del MIR. En aquel período, el documento interno "Solo una revolución entre nosotros puede llevarnos a una revolución en Chile" fue el instrumento utilizado por Miguel para ponerle el cascabel al gato y sacudir al partido de los últimos lastres que le impedían avanzar. La dirección nacional se esforzaba por forjar y afianzar el partido que la revolución chilena necesitaba, adecuado a las características y condiciones de la realidad y la lucha de clases nacional. Es allí donde la definición del tipo de organización, de programa, la estrategia político-militar, la concepción de guerra revolucionaria y las orientaciones de línea táctica pasaron a ser los pilares que centraron todas las fuerzas y los esfuerzos del mirismo.

Estos fueron, sin duda, algunos de los grandes méritos de aquella generación de dirigentes revolucionarios encabezados por Miguel.

Desde entonces el MIR se extiende y se desarrolla profundamente en el país. El partido se arraiga al calor de las luchas populares y se orienta principalmente a construir sus fuerzas en la franja del pueblo que Miguel definió como "los pobres del campo y la ciudad", es decir, los marginados, los desposeídos, los de abajo, los explotados y los olvidados de la sociedad. Junto a ellos, el MIR extiende su presencia hacia los obreros, los mineros, los trabajadores urbanos y los estudiantes. Es la época de las tomas de terreno y la política de los campamentos de pobladores, es la época de las corridas de cerco en la lucha campesina y mapuche por la recuperación de las tierras, es la época de las grandes manifestaciones y movilizaciones de trabajadores, es la época de las acciones directas de masas y de las primeras acciones armadas. Fue la época en que el MIR se convirtió en una fuerza revolucionaria real, activa y efectiva, en el bullente escenario de la lucha de clases en Chile de fines de los años 60. Fue la época en que se consolida la unidad e identidad orgánica, ideológica y política del MIR como partido revolucionario chileno y en que se acrecienta la imagen y el carisma de sus jefes.

La llegada del período pre-revolucionario, que se abrió con la asunción de Allende al gobierno en 1970, encuentra al MIR como una organización fuerte y afianzada en el ámbito nacional, y la figura de sus principales líderes reconocida como prestigiados dirigentes políticos de la izquierda revolucionaria chilena. Miguel era uno más de ellos, pero al mismo tiempo, el más destacado por sus cualidades de elaboración teórica y de ejercicio práctico; aunque eso era sólo un aspecto de sus características esenciales.

Durante el gobierno de la UP, la política y la táctica del MIR sufrió las adecuaciones necesarias a las nuevas condiciones que se generaron en el país. El partido sostuvo una postura de apoyo crítico al gobierno de Allende; postura que podría resumirse en el "Golpear juntos, marchar separados" que fue la consigna con que el MIR invocó a la unidad del pueblo y de la izquierda para enfrentar al imperialismo, a la burguesía y a la derecha reaccionaria.

El explosivo crecimiento que experimentó el MIR durante la época del gobierno de Allende, la extensión de las luchas populares, la profusión de las manifestaciones revolucionarias, la radicalización del proceso de lucha de clases, los gérmenes de poder popular, no fueron suficientes para desplazar la conducción y la influencia reformista de las masas y, menos aún, para detener la contraofensiva burguesa y reaccionaria que culmina con el golpe de estado, que derroca a Allende y destruye al movimiento popular.

La irrupción de la dictadura militar estableció el cierre definitivo de un período único de libertades y de conquistas populares. Significó la clausura de toda forma de expresión y organización popular, social y política que, impuesta por la fuerza de las armas, se tradujo en una derrota total y absoluta del pueblo. La dictadura trajo consigo su secuela de crímenes, represión desatada, detenciones masivas, campos de concentración, centros de tortura, asesinatos sumarios, detenidos desaparecidos, perseguidos, exiliados y desterrados que profundizan la derrota y limitan enormemente las posibilidades de levantar una alternativa.

Sin embargo, desde un primer momento, el MIR, con Miguel a la cabeza, intentó organizar la resistencia a la dictadura y supo mantener una actitud de entereza revolucionaria.

Miguel y la Dirección Nacional, participaron activamente en los intentos por generar y mantener focos de resistencia en Santiago. En esos afanes protagonizaron combates y escaramuzas, que debido a la inmensa superioridad de fuerzas del enemigo, terminaron siendo derrotados y obligados al repliegue. Lo mismo se reproducía en mayor o menor medida, pero con similar suerte, en otras regiones y provincias del país.

A la par con ello, el MIR definió su política de ‘No al asilo’ expresado en la consigna "El MIR no se asila". Esta no fue una actitud voluntarista o antojadiza de la Dirección de entonces y no expresa una posición principista respecto del asilo en particular, sino que refleja la necesidad de la permanencia del MIR en Chile como fuerza política activa y actuante. Respondía no sólo al rol y responsabilidad histórica del MIR sino también, y sobre todo, a las necesidades de un pueblo que quedaba absolutamente desamparado de sus antiguas direcciones y que estaba siendo aplastado a sangre y fuego por una dictadura criminal y despiadada. Miguel explicó y defendió, en más de una ocasión, la validez y certeza de esta política. Por cierto, e independientemente de lo que digan los reconvertidos y renegados de hoy, esta fue una decisión moralmente justa y políticamente correcta.

En aquellos primeros meses, después del golpe, la Dirección se preocupó por conducir el repliegue del MIR, por organizar las fuerzas para la lucha clandestina, por activar los primeros núcleos que empezaran a golpear a la dictadura. Al mismo tiempo, trabajaba en la definición de una línea política que orientara el que hacer en la nueva situación; ésta se conoció en diciembre de ese año con el nombre de "La táctica del MIR en el actual período", una de las últimas producciones teóricas de Miguel.

La represión, sin embargo, no daba respiro. A la andanada de ataques y golpes represivos a mansalva, provocados en los primeros tres meses de dictadura, el MIR logró sobrevivir a pesar de sufrir bajas considerables. Pero luego, la represión destinó fuerzas y recursos organizados específicamente en buscar, detectar y aniquilar al MIR. Los equipos especializados de exterminio comenzaron a tener éxito de manera creciente. En diciembre cae Bautista van Schouwen, en febrero, marzo y mayo del 74, sufrimos la caída de numerosos compañeros de dirección y cuadros de todo orden. El objetivo máximo de la represión era lograr la eliminación de Miguel y tras ello desata una feroz cacería.

En medio del acoso represivo Miguel no se esconde, permanece en la clandestinidad pero realizando una febril actividad. Descarta y rechaza absolutamente el hacer abandono del país, como le sugerían algunos compañeros de la Dirección. Por el contrario, intenta articular esfuerzos para tratar de ayudar a los detenidos; participa en el rechazo de intentos de negociaciones con la Fach; se involucra en la realización de las primeras acciones de propaganda armada realizadas en julio y agosto de ese año; se preocupa por amortiguar los efectos de los golpes represivos y reconectar a los regionales y bases del partido; interviene, desde la clandestinidad, en el acontecer político con declaraciones y entrevistas; acude personalmente a los puntos de contacto de mayor riesgo prescindiendo del uso de enlaces; es decir, a pesar de las limitaciones de la vida y accionar clandestino, Miguel era un líder de cuerpo presente.

Los golpes represivos sufridos a fines de septiembre del 74, terminaron por estrechar el cerco que se cernía sobre Miguel y la Dirección del MIR. La represión logró detectar el barrio en que vivía y señas específicas que le permitieron a la postre localizar la vivienda: la casa de la calle Santa Fe 725.

El sábado 5 de octubre de 1974, poco después del mediodía, la represión cerca y ataca la casa de Miguel. Allí murió combatiendo. Pudo, talvez, haberse ido apenas iniciado el combate, pero su amor y sentido de la lealtad con su compañera embarazada y herida en el primer ataque, le hizo quedarse a auxiliarla y ya después fue demasiado tarde.

Miguel murió resistiendo y combatiendo a la tiranía. La dictadura pudo cantar victoria. Para el MIR fue un golpe demoledor. A pesar de las consignas en contrario y de las buenas intenciones, lo cierto es que a la postre, la caída de Miguel se convirtió en una pérdida irreparable, notoria e irreemplazable, como solo ocurre con los imprescindibles.

Nos legó su ejemplo. De esos ejemplos que son difíciles de seguir. Desde luego que la capacidad teórica y calidad política de Miguel, son propias de los líderes que la lucha del pueblo produce solo de tanto en tanto, con un talento y cualidades que no son imitables ni se encuentran a la vuelta de la esquina.

Pero de Miguel pudimos nutrirnos, rescatar y aprehender los valores que enmarcaron su figura:

El compromiso y lealtad a toda prueba que asumió y demostró con el pueblo oprimido, con la causa de la revolución, con el destino de los trabajadores, con la suerte de los pobres del campo y la ciudad. Compromiso y lealtad que no solo están expresados en la línea política, el programa, la estrategia y el desempeño del MIR, sino en la forma práctica, consecuente y desprendida de remilgos con que Miguel asume su vida militante.

La pasión con que abordó las tareas y los deberes del partido revolucionario, de los militantes revolucionarios, de la teoría revolucionaria, de la práctica revolucionaria. Pasión que se manifestaba tanto en su discurso teórico e intervenciones públicas, como en el irrefrenable propósito de que el MIR se convirtiera efectivamente en el instrumento de vanguardia de la clase obrera y el pueblo.

La audacia que le imprimía al accionar del partido, que exigía de los dirigentes y cuadros, y conque asumía su actividad de militante y dirigente. Audacia que demostró ya en los tiempos de las primeras acciones armadas, las acciones directas y la primera clandestinidad de fines de los 60; que no disimuló en los tiempos del gobierno de Allende y que derrochó en los tiempos de dictadura, en donde se expuso y asumió riesgos sin los resguardos que los dirigentes suelen atribuirse.

Fueron los cimientos del partido que él contribuyó a forjar los que, nutriéndose de su ejemplo, mantuvieron en pie la lucha de resistencia, levantaron al pueblo de sus cenizas y posibilitaron el camino de la lucha amplia y masiva contra la dictadura.

Miguel murió cuando tenía apenas 30 años de edad. Ya para entonces había alcanzado la estatura propia de los elegidos y era reconocido por su consecuencia y capacidad como el mayor líder de la resistencia contra la dictadura.

Fue sepultado en el Cementerio General de Santiago al amanecer del 7 de octubre de 1974. Esa mañana, solo unas pocas personas de la familia fueron autorizadas para acompañar su entierro. El cementerio fue copado por centenas de militares armados. Ni sus compañeros ni el pueblo pudieron estar entonces presentes.

Sin embargo, la dictadura no pudo impedir que su enseñanza y su ejemplo quedaran grabados a fuego en la memoria colectiva del pueblo por el que luchó y dio su vida.

En los tiempos presentes, las grandes causas que dieron origen al MIR y dieron a luz a líderes como Miguel, siguen pendientes y sin solución. Bajo nuevas formas, nuevos modelos de explotación, nuevos estilos de dominación, prolongan y perpetúan la injusticia, la desigualdad y las opresiones. Los valores y los ejemplos que nos legaron Miguel y todos nuestros héroes y mártires, siguen también allí, disponibles para el buen uso en las causas justas y buenas. Debieran ser recogidos por nuevas generaciones de luchadores sociales que sepan armarse del compromiso, la pasión y la audacia necesarias para descubrir las nuevas realidades, los nuevos desafíos, los nuevos objetivos, los nuevos horizontes en esta siempre exigente construcción de futuro, porque, como dijera recientemente Fidel: "las revoluciones ya pasaron, las revoluciones volverán".

Miguel fue uno más entre miles de caídos, y así, sin duda, quisiera ser él recordado; como uno más. Además es imposible recordar a Miguel sin mencionar a Luciano, Baucha, Edgardo, Villavella, Sergio Pérez, Jorge Fuentes, Fernando Krauss, Ricardo Ruz, José Bordaz, y a todos aquellos miembros de la generación de forjadores del MIR que regaron con su sangre la lucha por los ideales de un mundo mejor.

Nosotros les rendimos hoy homenaje porque lo merece su historia y la historia, como parte de la memoria viva de nuestro pueblo y de este país.

Quisiéramos terminar recordando parte de un responso de combate hecho en memoria de los caídos por un camarada, más tarde, también caído (Máximo Gedda).

Serás guardado aquí

serás repartido aquí / se arreglarán tus cuentas aquí

se sacará tu lección / se ocupará tu lugar

y el jirón de tu camisa convertido en bandera / y la certeza de tu gesto en metralla

y por donde el que iba contigo entró / seguiremos entrando

Y en la gran rendija histórica / aquí estás.

¡Honor y gloria a Miguel y todos los compañeros caídos!

Muchas gracias.

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