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La sociedad de consumo: la necesidad de un cambio

La sociedad de consumo: la necesidad de un cambio

El desarrollo económico y político actual se caracteriza, según el último
informe del Worldwatch, mas que por la victoria del capitalismo y la
democracia sobre el comunismo, por el consumismo. El consumismo hoy domina
la mente y los corazones de millones de personas, sustituyendo a la
religión, a la familia y a la política. El consumo compulsivo de bienes es
la causa principal de la degradación ambiental.

El cambio tecnológico nos permite producir más de lo que demandamos y
ofertar más de lo que necesitamos. El consumo y el crecimiento económico
sin fin es el paradigma de la nueva religión, donde el aumento del consumo
es una forma de vida necesaria para mantener la actividad económica y el
empleo.

El consumo de bienes y servicios, por supuesto, es imprescindible para
satisfacer las necesidades humanas, pero cuando se supera cierto umbral,
que se sitúa en torno a los 7.000 euros anuales por persona, se transforma
en consumismo.

1.700 millones de consumidores, 2.800 millones de pobres

En el mundo la sociedad de consumo la integran 1.728 millones de personas,
el 28% de la población mundial: 242 millones viven en Estados Unidos (el
84% de su población), 349 millones en Europa Occidental (el 89% de la
población), 120 millones en Japón (95%), 240 millones en China (apenas el
19% de su población), 122 millones en India (12%), 61 millones en Rusia
(43%), 58 millones en Brasil (33%) y sólo 34 millones en el África
subsahariana (el 5% de la población). En total en los países
industrializados viven 816 millones de consumidores (el 80% de la
población) y 912 millones en los países en desarrollo (sólo el 17% de la
población del Tercer mundo).

Mientras los 1.700 millones de consumidores gastan diariamente más de
20 euros, hay 2.800 millones de personas que tienen que vivir con menos de
2 euros diarios (lo mínimo para satisfacer las necesidades más básicas) y
1.200 millones de personas viven con menos de 1 euro diario en la extrema
pobreza. Mientras el estadounidense medio consume cada año 331 kilos de
papel, en India usan 4 kilos y en gran parte de África menos de 1 kilo. El
15% de la población de los países industrializados consume el 61% del
aluminio, el 60% del plomo, el
59% del cobre y el 49% del acero. Cifras similares podrían repetirse para
todo tipo de bienes y servicios.

Consumismo y pobreza conviven en un mundo desigual, en el que no hay
voluntad política para frenar el consumismo de unos y elevar el nivel de
vida de quienes más lo necesitan.

La clase de los consumidores comparte un modo de vida y una cultura cada
vez más uniforme, donde los grandes supermercados y centros comerciales son
las nuevas catedrales de la modernidad.

Si los hábitos de consumo de los 1.700 millones de consumidores se
extendiesen a toda la población mundial (6.300 millones de personas), la
situación sería completamente insostenible, a causa del consumo de agua,
energía, madera, minerales, suelo y otros recursos, y la pérdida de
biodiversidad, la contaminación, la deforestación y el cambio climático.

Entre 1950 y 2002 el consumo de agua se ha triplicado, el de combustibles
fósiles se ha quintuplicado, el de carne creció un 550%, las emisiones de
dióxido de carbono han aumentado un 400%, el PIB mundial aumentó un 716%,
el comercio mundial creció un 1.568%, el gasto mundial en publicidad creció
un 965%, el número de turistas que salieron de sus fronteras creció un
2.860%, el número de automóviles pasó de 53 millones en 1950 a 565 millones
en 2002 y el consumo de papel creció un 423% entre 1961 y 2002. Las
importantes ganancias en eficiencia se ven rápidamente absorbidas por el
aumento del consumo. Las viviendas son cada vez mayores y los automóviles
cada vez más potentes.

Pero la solución no puede ser un nuevo apartheid, que limite el consumo a
esa minoría del 28% de la población mundial. La población crece, pero cada
vez menos, y probablemente se estabilizará en las próximas décadas en unos
9.000 millones, como ya ha sucedido en la mayoría de los países
industrializados. Pero el consumo sigue creciendo, y las necesidades, como
demuestra cualquier manual de economía, son infinitas.

¿Cuánto consumo es suficiente? El consumo, a partir de cierto umbral
(13.000 euros anuales por persona, según las encuestas), no da la
felicidad. El consumidor trabaja demasiadas horas para pagar el consumo
compulsivo, y el poco ocio lo pasa en el automóvil (el estadounidense
emplea 72 minutos detrás del volante) o delante del televisor (más 240
minutos diarios de promedio en las sociedades actuales). Cada vez se ve más
atrapado en una espiral de consumo, endeudamiento para consumir y trabajar
para pagar un endeudamiento mayor. El consumo se hace a consta de hipotecar
el futuro, como en el auge del ladrillo en la España actual.

Hoy es necesario un nuevo paradigma basado en la sostenibilidad, lo que
supone satisfacer todas las necesidades básicas de todas las personas, y
controlar el consumo antes de que éste nos controle. Entre las medidas más
inmediatas hay que eliminar las subvenciones que perjudican el medio
ambiente (850.000 millones de dólares anuales que incentivan el consumo de
agua, energía, plaguicidas, pescado, productos forestales y el uso del
automóvil), realizar una profunda reforma ecológica de la fiscalidad,
introducir criterios ecológicos y sociales en todas las compras de bienes y
servicios de las administraciones públicas, nuevas normas y leyes
encaminadas a promover la durabilidad, la reparación y la "actualización"
de los productos en lugar de la obsolescencia programada, programas de
etiquetado y promoción del consumo justo. Y todo ello dentro de una
estrategia de "desmaterialización" de la economía, encaminada a satisfacer
las necesidades sin socavar los pilares de nuestra existencia.

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