EL ACORAZADO ALCA NAUFRAGO AZOTADO POR EL HURACAN HUGO
EL ACORAZADO ALCA NAUFRAGÓ AZOTADO POR EL «HURACÁN HUGO»
Por Hernán Mena Cifuentes, por ABN.
El acorazado ALCA, al mando del capitán «Arbusto», se hundió el pasado viernes, bajo la furia de 4 vientos pamperos y el huracán «Hugo», un ciclón del Caribe que se desvió de la tradicional ruta de esos fenómenos, para adentrarse en aguas de Mar del Plata, donde se hallaba anclada la nave insignia del anexionismo imperial, dispuesta a soltar sobre los pueblos de América del Sur su carga de miseria económica, política y social.
El símil ilustra lo ocurrido durante la IV Cumbre de Las Américas, realizada en la ciudad-balneario argentina, donde se dieron cita los presidentes, cancilleres y otros ministros de 34 naciones del continente, con la única excepción de Cuba, arbitrariamente marginada por Washington, inventor de esos foros, que desde su primera edición, ha tenido por objetivo, imponer a sus vecinos, el Acuerdo de Libre Comercio de las Américas.
El Cap. «Arbusto», traducido del inglés, es el Presidente George W. Bush; los cuatro vientos pamperos, que soplan con gran fuerza sobre las pampas del Cono Sur, son los Presidentes Kirchner, de Argentina; Lula, de Brasil; Tabaré, de Uruguay y Duarte de Paraguay, y el «huracán del Caribe», es el jefe del Estado venezolano, Hugo Chávez Frías.
El naufragio del ALCA, fue «una muerte anunciada», un desastre propiciado por el propio Imperio, que pretendió introducir una vez más esa cuña de su proyecto de conquista planetaria, subestimando la dignidad de cinco mandatarios que hablando con la voz de sus pueblos, dijeron «No», a ese engendro del capitalismo salvaje, el perverso modelo neoliberal que en la última década del siglo XX sembró hambre, miseria y pobreza en la región.
Su momento estelar lo vivió el acorazado en la I Cumbre de Presidencial de las Américas, celebrada en diciembre de 1994 en Miami, cuando, los mandatarios regionales, convocados por el Presidente William Clinton, la casi totalidad de ellos sumisos a la voluntad de Washington, resolvieron «concluir las negociaciones del Área de Libre Comercio de las Américas, (ALCA) a más tardar en el año 2005».
«A fin de avanzar en la integración económica y el libre comercio, -señalaba la Declaración Final de la I Cumbre- crearemos una infraestructura hemisférica de cooperación y el financiamiento del sector privado y de las instituciones financieras internacionales».
Haciendo gala de cinismo y burla a las esperanzas de los pueblos más pobres del continente, la Declaración formulaba la más perversa receta neoliberal, destacando entre otros puntos que «Con el objetivo de lograr una mayor justicia social para todos nuestros pueblos, nos comprometemos individual y colectivamente, a mejorar el acceso a la educación de calidad y a la atención primaria en materia de salud, así como a erradicar la pobreza y el analfabetismo».
Una sarta de mentiras que hoy, a once años del compromiso adquirido en aquella primera Cumbre, la región latinoamericana y caribeña, exhibe ante el mundo las promesas incumplidas, como un caótico panorama económico y social aún peor que el que presentaba para entonces, con más de la mitad de sus 500 millones de habitantes sumidos en la pobreza, con millones de trabajadores desempleados, otros millones de niños sin escuelas y muchos muriendo, víctimas de enfermedades curables.
En ese trágico escenario figura como uno de sus principales protagonistas, la obscena deuda externa, o «Deuda Eterna» como la bautizó Fidel, que asciende a unos 800 mil millones de dólares, pagada varias veces, y que no obstante, aún se sigue cancelando, constituyéndose en una herencia de dolor y de hambre interminable para las futuras generaciones de latinoamericanos y caribeños, de no encontrarse cuanto antes una solución justa al problema.
A la cumbre Presidencial de Miami siguió la de Santiago de Chile, en 1998, y en ambas, el acorazado ALCA se abrió paso triunfal sobre las mansas aguas de sumisos mandatarios, hasta que le tocó el turno la de Québec, en 2001, a la Cumbre Extraordinaria de Monterrey, en 2004, precedida por la Cumbre de Ministros de Economía en Miami, donde se dieron los primeros brotes de resistencia al anexionista proyecto, lanzado por la entonces solitaria voz de Hugo Chávez Frías y más tarde, por las de Lula y Kirchner.
Mientras un coro de lacayos genuflexos aprobaban el libre desbordamiento del ALCA por los campos de América Latina y el Caribe, los presidentes de Venezuela, Brasil y Argentina, las economías más grandes y poderosas de la región, a las que se han sumado las de Uruguay y Paraguay, que en conjunto tienen la mayor población en la región, rechazaban el proyecto anexionista que busca arrebatarle sus soberanías, su independencia económica y comercial y la ingente riqueza de sus recursos naturales.
No obstante, en su ilusión por disfrutar de las ventajas de un acuerdo similar al NAFTA, suscrito por los EE.UU., Canadá y México, los gobernantes de América Central, del Caribe y de algunos países sudamericanos, contrariando la voluntad de sus pueblos y atraídos por el espejismo que le muestra el «pan» de hoy y oculta el hambre de mañana, se han dejado arrastrar por la oferta de aislados «Mini-alcas», un recurso ideado por el Imperio a fin de reducir en lo posible, el gran fracaso del ALCA.
Aprovechando la debilidad económica de esas pequeñas naciones hermanas y el apremio de sus gobiernos por suscribir cualquier acuerdo, sin medir sus nefastas consecuencias, el acorazado ALCA, atracó la pasada semana en Mar de Plata, lugar que el capitán «Arbusto» consideró equivocadamente como el sitio mas adecuado para relanzar ese proyecto que horas antes él mismo había declarado «atascado».
No había echado amarras aún la nave, cuando centenares de hombres y mujeres procedentes de todos los rincones de América Latina, abordaron en Buenos Aires, en dirección a Mar de Plata, «El Expreso del ALBA», un tren-convoy organizado por el ex astro mundial del futbol, Armando Maradona, en el cual viajaron además, el candidato presidencial boliviano, Evo Morales, el premio Nobel de la Paz, Pérez Esquivel y otras destacadas figuras latinoamericanas, caribeñas y europeas.
Bautizado también como «El Expreso Anti-ALCA y “Anti-Bush», el tren recorrió los 400 kilómetros que separan a Buenos Aires de la ciudad-balneario, en medio de vítores y aclamaciones de los moradores de las poblaciones por donde debió pasar, hasta llegar a Mar de Plata y sumarse, en el gran Estadio Mundialista a decenas de miles de revolucionarios congregados en «La III Cumbre de los Pueblos».
Fue entonces cuando en el complejo deportivo, se desató el «huracán Chávez», descargando contra el acorazado una lluvia torrencial de denuncias contra el proyecto anexionista y su capitán, quien fue acusado de genocida y terrorista en la Declaración Final del evento, al que siguió una ola de violentas protestas protagonizadas por los «piqueteros», símbolos de un pueblo que fue arrastrado al abismo de la miseria, por las políticas neoliberales del FMI ordenadas desde Washington.
Desde el estadio, «El huracán», enfiló hacia el hotel «Hermitage», sede de la Cumbre Presidencial y junto con los «vientos pamperos» del Cono Sur, (los otros cuatro presidentes sudamericanos), embistió otra vez al ALCA, que trató de infiltrarse en la reunión, sin haber sido invitado, logrando apenas una breve presencia, gracias al apoyo del gobierno panameño y su presidente, que sirvió de agente protocolar del Imperio que asesinó a su padre, otro mártir de la liberación caribeña y latinoamericana.
La acometida fue tan fuerte, que el Capitán «Arbusto» y su alta oficialidad, entre cuyos miembros figuraba Condolezza, la muchacha negra, que según Mugabe, «olvidó sus raíces africanas para servir a George W. Bush, el esclavista blanco que reprime a sus hermanos de raza», abandonaron el barco, dejando a bordo a subalternos marineros, entre ellos, a un «Zorro», o Fox mexicano, de ascendencia gringa, que hablando con la voz del amo en perfecto castellano, asumió presto el mando de la endeble nave.
El «Zorro», con su habilidad de gerente cocacolero, trató en vano de frenar la demoledora fuerza del huracán y de los cuatro vientos pamperos, y una vez persuadido de que sus argumentos de experto en materia de relaciones institucionales no daban resultado, apeló al recurso de las amenazas, acusando a Argentina, Brasil, Paraguay, Uruguay y Venezuela, «de bloquear el ALCA, por sus propios intereses», llegando a proponer la exclusión de esas naciones, de un proyecto que hoy no presenta ningún signo vital.
Porque el ALCA, en su concepción original ha muerto, y se trata de un cadáver insepulto, cuyos dolientes se niegan a enterrarlo, exhibiéndolo (como acertadamente lo dijo Chávez, al término de la Cumbre) como al Cid Campeador, a fin de amedrentar con su figura a sus enemigos, disponiéndose a vagar como alma en pena, cual fantasma que ya no asusta nadie y que sólo está a la espera del momento de ser lanzado por los pueblos al basurero de la historia en la próxima reunión de la OMC, a realizarse en Hong Kong en 2006.
Tras la calma que sucede a la tempestad, el capitán “Arbusto”, de regreso a la capital imperial con su muerto a las espaldas, ha pasado por Brasilia, la moderna capital enclavada en medio de la Amazonía, la codiciada selva llena de tesoros naturales que soñó en vano conquistar con su acorazado ALCA y el Plan Colombia, puntas de lanza de su proyecto anexionista que han quedado destruidos por la resistencia de los pueblos y de cinco progresistas gobernantes.
Allí en Brasilia, Lula, a quien Bush pensó convencer con espejitos y piedras de colores, restos de su destruido proyecto, le volvió a aconsejar que es mejor que se olvide del difunto, mientras en las calles, miles de manifestantes protestaban su presencia, debiendo proseguir su viaje con las manos más vacías que antes, y «con la derrota marcada en la frente», como lo vio Chávez al salir de Mar de Plata, hasta llegar a Panamá, donde le esperaban dóciles gobernantes para analizar la posibilidad de suscribir un «Mini-Alca».
Sin embargo, afuera, el pueblo, que no olvida el genocidio cometido por su padre en el barrio de El Chorrillo, cuando en diciembre de 1989 las tropas yanquis invadieron a Panamá, se lanzó a las calles para recordarle a George W. Bush que él también es un criminal de guerra, porque que al igual que su progenitor, invadió a Irak, causando la muerte de miles de inocentes, y ahora pretende invadir a otras naciones como Venezuela e Irán, para apoderarse de su petróleo y su gas, como parte de su perverso proyecto de dominación mundial.
Hoy, cuando ya no hay lugar para el ALCA en la región. le corresponde al ALBA, la Alternativa Bolivariana para las Américas, asumir el papel aglutinador de voluntades, a fin de alcanzar el sueño de Bolívar y de otros próceres que lucharon por la independencias e integración, y a través de la Comunidad Sudamericana de Naciones, constituir y consolidar un polo de poder mundial, digno y soberano, ajeno a dominación o tutelaje externo como pretendió hacerlo el Imperio con el desaparecido ALCA.
Para lograr ese histórico cometido, los pueblos reunidos en Mar de Plata han escogido a Hugo Chávez, quien allí se reveló como líder y guía indiscutible del proceso integrador sudamericano y caribeño, reconocido hasta por sus más acérrimos enemigos, entre ellos algunos medios de comunicación social del continente, que en editoriales elogiaron su genuina posición anti-imperial y los ambiciosos proyectos sociales que viene desarrollando en Venezuela y el resto de la región con el apoyo solidario de Cuba.
Comprometido como está con esos pueblos, el Presidente venezolano, ahora se dispone a reanudar con más fuerza y decisión que nunca la misión que se ha trazado, y de la mano de «los mosqueteros Lula, Tabaré y Duarte, y D'Artagnan-Kirchner», y otros que pronto han de seguirle, se dispone a entablar nuevas batallas por la segunda independencia y definitiva liberación de América del Sur y del Caribe, para hacer realidad el sueño integracionista de Simón Bolívar.
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