Blogia
Buenosdiasamerica

MARTÍ AHORA.

MARTÍ AHORA. CUBA:
MARTÍ AHORA.
Por Bladimir Zamora Céspedes, por La Jiribilla.

El nacimiento de José Martí (1853) se produce en un período en que están cuajando los perfiles definitivos de nuestra nacionalidad, que solo unos años después, con el establecimiento de nuestra primera República en Armas, cobran rango de nación. Es momento en que el nacido en Cuba puede comenzar a tenerse a sí mismo como ciudadano de esta Isla y no de ninguna otra parte. No fue un trance veloz ni de sencillo desarrollo, pero en él crecieron ya como cubanos hombres valiosos, que van a estar ligados a los destinos mayores de la patria. Entre ellos José Martí.

El hijo mayor de un humilde matrimonio de españoles, pudo haberse perdido de nuestra vista en algún oficio práctico como tantos otros descendientes de gente pobre, dejando a un lado los estudios. Pero su ansia de saber y la suerte de encontrarse con un rotundo maestro como Rafael María de Mendive, lo pusieron en caminos mejores. Indudablemente Martí dio muy tempranas evidencias de su gran inteligencia y de sus sentimientos independentistas, ellos tuvieron a justo tiempo alimentación por la educación brindada, de manera general, por Mendive. En su entorno aprende de los libros y conoce a otros jóvenes, que como él sienten muy pronto como propia la llama libertadora que Céspedes encendió el 10 de octubre de 1868.

Esta vocación revolucionaria lo lleva en la flor de su juventud, al presidio, al trabajo forzado, al destierro cercano de la Isla de Pinos y luego a la deportación a España. El fuerte choque con sucesivas realidades difíciles, como consecuencia de su postura independentista, fue tomado por Martí como una escuela, de la cual iba a salir definitivamente decidido a entregarse al trabajo mayor por su país.

Demostró muy pronto que tenía fuertes dotes de escritor, tanto en sus poemas, como en sus crónicas, artículos o reflexiones. Lo que en sus inicios tenía el rastro positivo de las fuentes donde bebía, luego se volvió literatura anunciadora de otros rumbos estéticos. Y lo más importante, en aquellos tiempos en los cuales muchos reclamaban al poeta, apartarse de los trajines de la lucha revolucionaria para que se quedara encerrado en sus metáforas, José Martí evidenció que el arte y la literatura constituyen armas poderosas en estos menesteres y en su caso, convirtió su obra escrita en testimonio y espejo de su labor emancipadora.

Antes de poder volver a Cuba, por lo menos se acerca, entrando a nuestra América por México en 1975. Aunque de manera personal apenas puede participar en los años que le quedan a la primera guerra que los cubanos desataron contra España, no hay dudas de que se mantenía atento a su desenvolvimiento, en tanto se hacía camino por Guatemala y Venezuela, siempre cubano angustiado por la situación de su tierra y también dispuesto a sentirse hijo de cada uno de esos países, entregando allí lo mejor de sus frutos como maestro o periodista.

Terminada la guerra puede estar brevemente en Cuba, pero su ya conocida determinación independentista, lo pondrán en el teatro de acciones políticas que lo llevan a la segunda deportación a España, con lo que no hacen sino fortalecerse sus empeños revolucionarios, que cobran cuerpo más visible desde la década del 80 del siglo XIX, cuando Martí se establece en los EE.UU., seguramente convencido de que allí, con tan abundante emigración cubana, hay más posibilidades para nuevas luchas.

A estas alturas Martí ha hecho suya la abnegada obra revolucionaria de los padres fundadores que se fueron a la manigua en 1868, pero sin apartarse nunca de una postura de respeto, ha advertido también las razones fundamentales por las cuales tras diez años en la manigua, la guerra no coronó en éxito. Sin pretensión de tomarse para él la dirección de proyectos que surgieron en EE.UU. a lo largo de esos años, se abstuvo de apoyar ninguno donde hubiera rasgos de los viejos regionalismos traídos de la Isla, ni posturas autoritarias, que dieran todo el poder de maniobra a la parte militar, sin tomar en cuenta la parte civil.

A lo largo de los años 80 del siglo XIX y la primera mitad de la siguiente década, Martí desarrolló un enorme cúmulo de labores como escritor y periodista y se ocupó de gestiones diplomáticas en representación de varios países de nuestra América; pero de manera creciente fue dando prioridad a los trabajos revolucionarios, ganándose la confianza de los viejos y nuevos emigrados cubanos, a través de sus trabajos en la prensa y sobre todo con encendidos discursos en los cuales llamaba a la unidad y el concierto con quienes se mantenían en la Isla. Esto lo convirtió en el líder natural de los preparativos de la última guerra contra España. Para llevar a cabo la organización de la que él llamó “la guerra necesaria”, luego de cuidadosos trabajos de creaci& oacute;n entre los colectivos de emigrados diseminados en la nación norteamericana, Martí fundó el Partido Revolucionario Cubano, que fue proclamado en 1892 bajo su dirección, para la cual fue elegido en calidad de Delegado.

Los largos años de estancia en los EE.UU. en las décadas finales del siglo XIX, y su interés por el destino de Cuba y otros países latinoamericanos, le permitieron advertir el florecimiento del imperialismo y sus nada disimuladas pretensiones de establecerse, a costa del arbitrario trato a nuestros países, tanto en cuestiones políticas como económicas.

A la hora de romperse las hostilidades contra el coloniaje español en Cuba en febrero de 1895, no fueron pocos los que pensaron que Martí en calidad de hombre de letras, debía quedarse en su oficina de Nueva York, dirigiendo a distancia la guerra, ni faltó algún bribón que dudó de que nuestro más grande hombre pisaría de nuevo su tierra cubana. Pero él, hombre de espléndida coherencia, arribó con el Generalísimo Gómez por Playitas de Cajobabo, el 11 de abril de ese año. Lleno de alegría por ver cumplido su sueño de poder estar en la manigua cubana, junto a los demás luchadores, tratando de impedir que los soldados mambises, emocionados, le gritaran presidente. Aclarando su condición de Delegado, hasta que puedan hacer elecciones con las garantías democrát icas que la guerra permita. Pero, sin duda, preocupado tanto por cómo llevar a cabo la contienda, como por el destino de Cuba, después de terminada la lucha.

De ello son prueba sus palabras a su amigo mexicano Manuel Mercado, en carta inconclusa del 18 de mayo, escrita a pocas horas de su muerte en combate: “Ya puedo escribir, ya puedo decirle con qué ternura y agradecimiento y respeto lo quiero, y a esa casa que es mía y mi orgullo y obligación ; ya estoy todos los días en peligro de dar la vida y por mi deber — puesto que lo entiendo y tengo ánimos con que realizarlo — de impedir a tiempo con la independencia de Cuba que se extiendan por las Antillas los Estados Unidos y caigan, con esa fuerza más, sobre nuestras tierras de América. Cuanto hice hasta hoy, y haré, es para eso. En silencio ha tenido que ser y como indirectamente, porque hay cosas que para lograrlas han de andar ocultas, y de proclamarse en lo que son, levantarían dificultades demasiado recias para alcanzar sobre ellas el fin” .

El pasado 19 de mayo se han cumplido los primeros 110 años de la muerte de nuestro José Martí y esas palabras como tantas otras de su rica y voluminosa obra escrita mantienen carne viva. Su esencia palpitante. Con lo cual es tarea irrevocable acudir con asiduidad a su ideario. Y hacerlo con confianza, como si buscáramos en la experiencia de un hermano mayor, que no por sabio, deja de ser un humano afable. Ahora como nunca es preciso andar con la palabra de Martí en bandolera. Pero no citándolo con frases de música centelleante para adornar nuestro discurso, sino tratando de sacar el tuétano de cada pensamiento suyo, para untar con él, las reflexiones que nos son imprescindibles para el crecimiento continuo de nuestro país, en medio de la gracia y también del peligro mayor que nos asecha, que sigue siendo el avizorado por Martí en aquellos años finales del siglo XIX.

0 comentarios