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ESTADOS UNIDOS: UN ESTADO DELINCUENTE

ESTADOS UNIDOS: UN ESTADO DELINCUENTE ESTADOS UNIDOS: UN ESTADO DELINCUENTE

Los derechos humanos son patrimonio de la humanidad. En estos tiempos de guerras preventivas y torturas indiscriminadas, de cinismo global y asalto planetario, se convierten en nutrientes de futuro, en posibilidad de existencia.

Las naciones han codificado sus relaciones internacionales y los momentos violentos de crisis, construyendo un andamiaje jurídico que conocemos como el Derecho Internacional y el Derecho Internacional Humanitario e incluyen las Convenciones de Ginebra, la Carta de las Naciones Unidas y la Declaración Universal de los Derechos Humanos, entre otros.

Existen instancias universales como el Tribunal de La Haya, donde los países llevan los litigios entre ellos y su sentencia es acatada pues dirime en derecho, impidiendo de esa manera la imposición, la injusticia o las guerras.En este momento Colombia tiene allí el litigio con Nicaragua sobre las fronteras.

En los últimos años se creó por todos los países el Tribunal Penal Internacional, que en estos tiempos de globalización, es la expresión en el campo de la juridicidad de este fenómeno irreversible.

En general, la percepciónde la mayoría de la humanidad es que estos elementos de convivencia universal son un progreso del conjunto de los pobladores del planeta y la tendencia civilizatoria es a profundizarlos y ampliarlos, proyectando los derechos a nuevos niveles, incluyendo los económicos, culturales y sociales, los de la infancia, de los indígenas y otros.

Nos hemos entendido como pobladores de una misma nave y en ese sentido intentamos sentar bases de convivencia,que regulen el estado del medio ambiente, la protección de la capa de ozono, el problema del hambre y la pobreza, por ejemplo.

Para la guerra y las armas también los humanos nos hemos dado regulaciones para desmilitarizar, contener, destruir o limitar tipos específicos de armas y entre ellas, sobre todo, las de exterminio en masa o las que infrinjan daños o sufrimientos innecesarios al contrario.

Sin embargo, en los Estados Unidos se impuso la doctrina imperialista de impunidad total y consideran sus gobiernos que por encima de las leyes de su país no hay nada. Ningún ciudadano estadounidense puede ser llevado ante tribunal alguno por fuera de su territorio y muchos menos el país. Ellos sí se abrogan el derecho de imponer su ley y su fuerza a todos los países y ciudadanos del mundo.

Los tratados suscritos los cumplen solo si les convienen o no suscriben acuerdos tan importantes como el de Kyoto, que es sobre el calentamiento de la atmósfera producto de la emisión de gases contaminantes. Es el único país desarrollado que no lo firmó.

Los acuerdos sobre armas de destrucción masiva no los firma o los rompe.

Sus últimas contribuciones a la debacle mundial son sus declaraciones y acciones de hecho, sobre la no procedencia de los Convenios de Ginebra para su llamada guerra antiterrorista.

En estos momentos se desarrolla precisamente en Ginebra un cónclave fundamental del entramado jurídico internacional.

Dentro del espacio de convivencia mundial por excelencia que es la Organización de Naciones Unidas, existe la Comisión de Derechos Humanos. Esta sesiona cada año, durante seis semanas y recoge el trabajo realizado por sus funcionarios y por los 53 miembros plenos, elegidos cada tres años en representación de los cinco continentes. Se hace un balance de las tareas dejadas por la comisión para el año en curso.

Este organismo que debería ser el vigilante mundial del cumplimiento de los derechos humanos, ha sido convertido por la potencia más grande del mundo, en un escenario politizado y al servicio de sus intereses. Desde su prepotencia imperial, impone en la agenda de la Comisión la provocación anual de juzgar a los países pobres, a los luchadores, o los independientes.

En esta Comisión no se juzga al primer mundo y mucho menos a las acciones terroristas que Estados Unidos realiza en todo el globo.

Los yanquis presentan en la Comisión un informe anual sobre los derechos humanos en 101 países. Ellos que son los agresores de Afganistán, de Iraq, que financian y mantienen a Israel en su agresión permanente contra el pueblo árabe y los palestinos, que tienen decenas de cárceles clandestinas en todo el planeta, donde están miles de prisioneros de diversas nacionalidades sin ninguna defensa jurídica, torturados y victimas de la más abominable condición a la que ser humano haya sido sometido en los últimos tiempos.

El cinismo y la mentira convertidos en política de Estado y llevados a los estrados del más alto nivel sin pudor alguno. La mentira, sobre la cual se atacó a Iraq, es la constante en las abominables declaraciones de los voceros de los Estados Unidos en todos los foros mundiales.

La agresión criminal a Iraq, que ha conllevado innumerables y disímiles actos violatorios de los derechos humanos y de los Convenios de Ginebra no ha sido llevada como caso ante esta Comisión.

Las torturas en las cárceles de Iraq, tan conocidas por la opinión pública mundial, no se han convertido en caso a juzgar en esta Comisión.

La situación infrahumana de los prisioneros en las cárceles ilícitas, entre ellas en la de la ilegal base de Guantánamo en Cuba, donde la tortura sistemática es reconocida, no se ha podido presentar como caso ante esta Comisión.

Los Estados Unidos dedican todo su poderío a chantajear y sobornar a los países miembros y a presentar querellas contra los países que contravienen su orden o el orden que ellos conciben para el mundo. Su objetivo central es Cuba, paradigma dentro de los países del tercer mundo de sociedad justa y cumplidora de los tratados universales.

Estados Unidos quiere torcer los valores que la humanidad ha levantado por siglos. Sus gobernantes van imponiendo la ausencia de legalidad y situando sus criterios como norma en las relaciones internacionales.

Por ejemplo, la práctica de las retenciones ilegales ha alcanzado niveles de perfección: secuestran en cualquier país a ciudadanos declarados por ellos sospechosos y en aviones especiales los depositan en el centro de torturas escogido, perpetrando en todo el globo acciones inhumanas con esta máquina infernal, que ya cuenta con más de mil victimas reconocidas, sobre todo de ciudadanos árabes musulmanes. Estados Unidos incluso se inventó una categoría especial, combatientes ilegales, para que no sean cobijados por los Convenios de Ginebra ni la legalidad internacional.

Y no faltan adlatares en cualquier paisito subyugado.

El presidente Álvaro Uribe, en clave de tragicomedia, quiere imponerle a su entorno geográfico la no ley, la ausencia de regulaciones con el estribillo de la lucha antiterrorista y actúacomo un símil de Bush. Pero Colombia no es Estados Unidos y no tiene su fuerza imperial, ni Uribe es Bush a quien temen más de un cobarde gobernante del mundo.

El tiro le salió por la culata en el caso del compañero Granda, que aunque quedó prisionero del gobierno, generó una situación que impuso las leyes de convivencia entre las naciones y sobre todo reconoció la soberanía nacional, que para Uribe era una entelequia y un impedimento.

En su ausencia de Patria, Álvaro Uribe reconoce las leyes y el sistema jurídico de los Estados Unidos por encima del colombiano y ha convertido la extradición en su deporte preferido. Ya pasan de doscientos los ciudadanos colombianos enviados a las odiosas e inhumanas cárceles yanquis, incluidos los compañeros Simón Trinidad y Sonia.

Uribe comparte esta forma gansteril de relacionarse entre los países. Así es como el autoritarismo se manifiesta en la arena internacional. Su pragmatismo a ultranza, la condición de sobreponer los intereses a las políticas los seguirá llevandode desastre en desastre.

Los gobiernosde los Estados Unidos, torturan, asesinan, agreden a países enteros. El mundo es su campo de acción criminal. Un régimen neonazi que se ha convertido en la principal causa de desestabilización y la peor amenaza para la existencia de la especie humana.

Uribe tiene su paradigma en este norte brutal e imperialista. Un Estado delincuente por excelencia, dirigido por una mafia de neofascistas, sin dios ni ley, es el ejemplo a seguir, según el Presidente electo por una minoría de colombianos.



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