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Ecuador: la derrota de Lucio

Ecuador: la derrota de Lucio

El malestar de la mayoría de la nación con la subordinación a las estrategias
belicistas de Estados Unidos y el Plan Colombia-Plan Patriota. El rechazo a las
medidas neoliberales del FMI, al TLC, a los acreedores de la deuda externa, a la
política petrolera antinacional, a las consecuencias empobrecedoras de la
dolarización, le condujeron a Lucio a una catástrofe electoral. Este contenido
trasciende la victoria coyuntural de la partidocracia tradicional, que se
benefició del desgaste del gobierno y del vacío en la escena política de una
tendencia alternativa que los rete.

23.10.2004 [Marcelo Larrea*/Quito/Ecuador/www.anncol.org] Lucio Gutiérrez
perdió las elecciones de medio período, en las que se eligen a Prefectos y
Consejeros Provinciales y Alcaldes y Concejales Municipales, en las que
participó promocionando a los candidatos de su partido, que obtuvieron una magra
votación. El apoyo a su política de un 4% y la recusación del 96%, explicita el
vacío en el que se debate su gobierno desde cuando, al asumir el poder, abandonó
las expectativas de cambio por las que fue electo, destapa el sifón de su frágil
estabilidad y lo expone a una crisis de mayúsculas dimensiones.

La derrota de Lucio, un dócil seguidor de las políticas neoliberales de Estados
Unidos y del FMI, que abre el escenario de su salida de la presidencia,
contrasta radicalmente con la victoria aplastante del presidente venezolano Hugo
Chávez, quien adelantando un programa de independencia nacional y enfrentando
las poderosas presiones de los halcones de Washington y la oligarquía local,
obtuvo un holgado triunfo con el 59% de los votos, que lo consolida en el poder.

Lucio, pudo ganar los comicios del 2002, presentándose como una figura
alternativa al establecimiento. Abrigado por el prestigio de su participación en
la insurrección popular que el 21 de enero del 2000 depuso al gobierno de
Mahuad, obtuvo el apoyo de Pachakutik, el brazo político de la Confederación de
Nacionalidades Indígenas del Ecuador (CONAIE), y de otros sectores de la
izquierda, como el Movimiento Popular Democrático (MPD), que asumieron la
corresponsabilidad de su elección.

El pueblo votó por Lucio buscando la ruptura de la estructura política que ha
dominado Ecuador los últimos 25 años. Esta ha consistido en una virtual
dictadura de una partidocracia monitoreada por la Embajada de Estados Unidos y
las misiones del Fondo Monetario Internacional, dirigida tras bastidores por el
Partido Socialcristiano, que basado en la oligarquía de la costa pacífica opera
como su mano derecha y, la Izquierda Democrática, que basada en la oligarquía de
la sierra andina, pregona un discurso de matices populistas y evocaciones
socialistas con una máscara tecnocrática, para intervenir en los hechos como la
mano izquierda de los mismos intereses de los poderes fácticos.

Un gobierno para Estados Unidos y el FMI

Lucio ungido Presidente, abandonó las perspectivas de cambio del legendario 21
de enero, y con ellas al pueblo y a los intereses de la nación. Aún antes de
asumir el mando, no vaciló en cuadrarse con las imposiciones de Estados Unidos y
el Fondo Monetario Internacional.

Se subordinó al Plan Colombia, ahora con el new lock de Plan Patriota. Apoyando
la estrategia belicista del presidente colombiano Alvaro Uribe, ha permitido, la
realización de operaciones policiaco militares de su gobierno en territorio
ecuatoriano en franca violación de la soberanía nacional. Han incluido la
detención en Quito del dirigente guerrillero de las FARC Simón Trinidad,
incursiones armadas en la frontera norte y la movilización masiva de miles de
soldados ecuatorianos para colaborar con el ejército colombiano en la zona
limítrofe, con cargo al presupuesto fiscal de Ecuador.

Usando la máscara de la guerra a las drogas, ha expuesto a Ecuador a una
creciente intervención militar de Estados Unidos. Se han ampliado las
actividades del Comando Sur, bajo el continuo monitoreo en persona de su jefe,
el general James Hill y la embajadora Kenny en su Centro de Operaciones
Avanzadas en la Base de Manta, en el cordón fronterizo y en la amazonía. Se ha
establecido un sistema de patrullaje marítimo sofisticado en el puerto de San
Lorenzo. Se han negociado convenios que agreden la soberanía territorial, aérea
y marítima del país, que ya han producido el hundimiento de numerosos barcos
ecuatorianos por la armada norteamericana. Y existe expectativa sobre la
instalación de otra base del pentágono en las islas Galápagos.

En el ámbito económico, su política de servidumbre colonial no ha sido menos
lesiva. Entregó a las imposiciones neoliberales del FMI el control del Banco
Central y el Ministerio de Economía, en función de garantizar la transferencia
de la mayor parte de la riqueza nacional al capital transnacional. El resultado
ha sido una dramática factura social, simbolizada en la muerte de numerosos
jubilados en una huelga de hambre realizada en protesta por la destrucción del
sistema de seguridad social, en tanto los recursos de sus pensiones, son usados
ilegalmente por el Banco Central, en el sostenimiento artificial de la reserva
monetaria y otras manipulaciones. A ella se ha sumado, el crecimiento del
desempleo, la pobreza y la miseria y efectos dolorosos, como el aumento de los
flujos migratorios de trabajadores al exterior y la disminución grave de los
índices de nutrición de la población rural y urbana.

El aparato productivo ha sido condenado a una soterrada parálisis y a su
desmantelamiento, como consecuencia de la pérdida de sus niveles de
productividad y competitividad, derivados de la dolarización y la reducción de
la demanda interna, que ha tenido el resultado de reducir la tasa de inflación,
paradójicamente presentada por Lucio, como el gran triunfo de su gobierno.

Sin embargo, beneficiados de la elevación de los precios del petróleo, los
índices macroeconómicos no revelan en la superficie la tragedia en la que se
desenvuelve la economía ecuatoriana, a pesar del castigo que sufre el país con
la pérdida de 17 dólares por barril gracias el manejo sucio de la
comercialización del crudo.

Actualmente, el gobierno apuntala las negociaciones de los tratados bilaterales
de libre comercio que prepara Washington con Colombia, Perú y Ecuador, actuando
a través de la Ministra de Comercio Ivon Baky, no como un país soberano, sino
como una agencia de los intereses de las corporaciones estadounidenses. Al punto
que los sectores que exportan al mercado norteamericano, como el pesquero, no se
sienten representados por la delegación ecuatoriana y los negociadores de
Colombia y Perú no encuentran en los ecuatorianos a los aliados naturales suyos,
sino de Estados Unidos.

De rodillas

Ignorando el significado de su elección y los cambios en la correlación de
fuerzas políticas, Lucio escogió el camino de transigir a las presiones externas
e internas. Abandonando una victoria parlamentaria que impidió que el líder
socialcristiano Febres Cordero y su partido asuman la presidencia del congreso,
lo dejó en manos del acuerdo de la Izquierda Democrática con el mismo el Partido
Socialcristiano. Garantizó así que permanezca intocada la conformación de los
poderes del Estado, la Corte Suprema, la Fiscalía de la Nación, el Tribunal
Constitucional, la Contraloría General y los demás órganos de control. Cercado
por sus propios errores, para sostenerse en la presidencia con las uñas, aseguró
que absolutamente nada cambiara y se transformó en un rehén de las
manipulaciones de las oligarquías tradicionales.

De espaldas al escenario político latinoamericano, dominado por el derrumbe de
los modelos neoliberales y la emergencia de poderosos movimientos en la búsqueda
de alternativas propias a la crisis, como lo expresa la evolución política de
Venezuela, Brasil, Argentina, Bolivia y del mismo Ecuador, donde han surgido
gobiernos populares o las masas han derrocado a gobiernos impopulares, Lucio,
visitó a Bush en la Casa Blanca, se declaró su mejor amigo y convocó a los
presidentes latinoamericanos, a verse a sí mismos como los hermanos menores de
Estados Unidos.

Luego viajó a Guayaquil a visitar a Febres Cordero, el líder de la oligarquía
costeña conocido como “el dueño del país”(desde cuando así lo calificó el ex
presidente de la Corte Suprema, Carlos Solórzano), para rehabilitar su posición
política venida a menos por la derrota sufrida en su pretensión de gobernar el
congreso. Le ofreció un cogobierno tras bastidores, que le ha permitido a su
partido tener una participación decisiva en el poder político y en la gestión
económica, a pesar de los continuos conflictos reales y ficticios y de los shows
mediáticos, montados para representar el teatro de una aparente distancia.

Lucio, no ha impulsado su propio programa, que proponía una contradictoria
reforma política dirigida más que a democratizar el Estado a fortalecer sus
recursos autocráticos, con la reducción del número de diputados por ejemplo, y
por otro lado, a desmontar el modelo de la Corte Suprema de Justicia sometida a
la dictadura de la partidocracia.

Por el contrario, ha ejecutado el programa de ajuste neoliberal ordenado por el
FMI, que elevó las tarifas de los combustibles. Ha concentrado los egresos
fiscales en la pago de la deuda. Ha manejado una política petrolera
anti-nacional, dirigida a proteger los intereses de las empresas petroleras
extranjeras y sus agentes. Ha reducido los derechos de los trabajadores del
Estado con una nueva ley de servicio civil y carrera administrativa y ahora
pretende mutilar el derecho al trabajo con la legalización plena de la
denominada “tercerización”. Este curso surgió directamente de la nueva
correlación de fuerzas creada por su capitulación a la estrategia yanqui en la
región, y al dominio del congreso por la alianza Izquierda Democrática, Partido
Socialcristiano, el cual creó las condiciones y a la vez forzó la ruptura con la
base social que eligió su gobierno.

La salida del MPD y Pachakutik, ordenada por el establecimiento que, no se
reconciliaba con los riesgos de la presencia de indígenas e izquierdistas en el
gabinete, terminó dejándolo en el vacío. Sin ninguna base política que lo
sustente, a excepción de su partido, Sociedad Patriótica, una organización de
militares, policías, amigos y familiares, la manipulación de los recursos de la
que puede gozar el poder ejecutivo, y los efímeros acuerdos parlamentarios,
Lucio, ha gobernado para el establecimiento. Huérfano de todo poder real se ha
sostenido en las leyes de la inercia.

A pesar de las tentativas sucesivas de destituirlo en el congreso o derribarlo
en un levantamiento popular, por las que se han pronunciado Borja y Febres
Cordero, ha permanecido en el poder no por su propia fuerza, sino por la
incapacidad orgánica de la partidocracia, embarrada en el desastre de 25 años de
desgobierno, de representar una perspectiva genuina de transformación real.

Quienes lo eligieron hace 2 años, tienen elementos pesados para sentirse
decepcionados y traicionados por su curso fatal. Encontraron entonces, en las
elecciones de medio período del 17 de octubre pasado, la ocasión para expresar
su repudio a Lucio. Pero ese repudio no es simplemente a un estilo personal. Es
la recusación a la política que representa. Es la expresión del malestar de la
mayoría absoluta de la nación con la subordinación incondicional a las
estrategias belicistas de Estados Unidos y el Plan Colombia-Plan Patriota. Es
manifestación del rechazo a las medidas neoliberales del FMI, al TLC, a los
acreedores de la deuda externa, a su política petrolera antinacional entregada a
las empresas transnacionales, a las consecuencias empobrecedoras de la
dolarización.

Es la condena a sus responsabilidades en la masacre de los Taromenanis, a su
indolencia en la muerte de los jubilados, al juego al terror con atentados
criminales como el ejecutado contra el presidente de la CONAIE, Leonidas Iza, a
su perversidad en el manejo de los derechos sociales y en la política económica.
Este significado fundamental de los resultados electorales, trasciende por su
naturaleza la victoria coyuntural de la partidocracia tradicional del
establecimiento, la que se beneficio del fracaso del gobierno, y del vacío en la
escena política de una tendencia alternativa que los rete.

* Marcelo Larrea es director de la revista “el Sucre” y corresponsal de Adital
en Ecuador. Autor de “La historia no termina” y otros libros

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