Carta del Presidente al Congreso Nacional
Carta del Presidente al Congreso Nacional
La Paz 7 de marzo de 2005
Honorable Hormando Vaca Díez Presidente del Congreso Nacional y Honorables miembros del Congreso de Bolivia Presente.
Señor Presidente del Congreso, Honorables Congresales: Me toca asumir hoy una difícil y dolorosa decisión, que demanda mi mayor responsabilidad ante el país, y que ha sido tomada tras hacer una profunda reflexión íntima sobre el momento que está viviendo Bolivia.
Cuando fui ungido Presidente el pasado 17 de octubre de 2003, encontré una Nación profundamente herida y aún bajo los efectos de una ola de violencia con pocos precedentes en nuestro pasado. Bolivia estaba entonces ante una larga y dolorosa lista de facturas históricas que todos juntos debíamos pagar.
Mi tarea, Honorables Congresales, era devolver la paz y ejercitarla permanentemente, sobre la premisa de que debemos ser capaces de marchar hacia el futuro sin ejercer violencia, sin matar compatriotas, sin seguir construyendo la historia sobre el luto y el dolor.
Creo que es un objetivo logrado hasta hoy haciendo honor al compromiso que asumí el 13 de octubre de 2003. Recibí también una situación económica catastrófica, expresada en un déficit fiscal de un 8,1 % del PIB, que demandaba un ejercicio de austeridad muy grande desde el gobierno y desde la sociedad.
Ese ejercicio se hizo y se lograron en un tiempo corto resultados alentadores. Encaré finalmente la mayor responsabilidad de todas al comprometer mi esfuerzo y el de mi gobierno en tres temas. La realización de un referéndum vinculante sobre nuestros hidrocarburos y la consecuente aprobación de una ley que emergiera de esa consulta popular.
Una Asamblea Constituyente que le de a Bolivia una nueva Constitución, para tener un nuevo horizonte y un futuro de consenso y de unidad. A esta agenda que es la agenda de Bolivia, sumé el 20 de abril de 2004 el desafío de superar el centralismo -un mecanismo histórico agotado- proponiendo la construcción de autonomías que permitan una descentralización real que de a nuestros departamentos un mejor escenario forjado con su propio esfuerzo y sobre la base de sus propias decisiones.
Estos temas no son, Honorables Congresales, sino las demandas genuinas que nacen de la base de nuestra sociedad y que se expresan a través de multitudinarias manifestaciones populares. He trabajado por ellos, como les consta, durante todos los días de mi gobierno con fe inquebrantable.
He luchado siempre desde donde me ha tocado actuar por una Nación de iguales, he luchado por la inclusión y el respeto de las mayorías y por una visión que reconozca el papel fundamental de los pueblos indígenas, cuyos derechos deben ser reconocidos para terminar con una larga historia inaceptable de racismo y exclusión.
A la vez, estoy convencido que no se puede construir Nación sin entender que un país plural con nueve millones de ciudadanas y ciudadanos, debe ser capaz de compartir esta tierra respetando la pluralidad étnica y cultural y su extraordinario y enriquecedor mestizaje.
Un país que produce, que garantiza la seguridad jurídica, que respeta el éxito de quien genera riqueza, empleo, exportaciones y bienes a favor de nuestra comunidad, un país en el que nadie es más que el otro y en el que todos nos sentimos orgullosos vivamos donde vivamos, un país en el que unos reciben a otros con los brazos abiertos, sin cuestionar el lugar donde nacieron, su color, su orientación personal, sus ideas políticas o religiosas.
He trabajado sin descanso para lograr estos objetivos en condiciones adversas y frente a presiones casi insostenibles, he dado lo mejor de mi y he contado con colaboradores patriotas, desprendidos de cualquier interés, que han trabajado en nuestro gobierno sin desmayo.
He tenido una relación compleja con el Poder que ustedes representan, pero a pesar de las dificultades, hemos avanzado juntos en cuestiones cruciales como la reforma constitucional, la ley del referéndum, las leyes económicas que me permitieron garantizar la estabilidad macroeconómica y otras que necesitaban todos.
He contado en las últimas semanas con el apoyo patriota de representantes nacionales que han acompañado a nuestro gobierno porque creen en nuestros ideales y en la forma en que hemos gobernado; para ellos un especial reconocimiento.
Hemos tenido diferencias y es natural y democrático que así sea, pero a pesar de esto no puedo menos que valorar es esfuerzo de este Honorable Cuerpo por superar las dificultades que este momento nos ha impuesto a todos.
Ha llegado, sin embargo, un momento decisivo y d elato riesgo. Mi obligación es gobernar y hacerlo garantizando a la Nación las condiciones mínimas de convivencia civilizada y pacífica.
Las posiciones de algunos de lo más importantes protagonistas de la política boliviana y de algunas organizaciones sociales, regionales y sindicales, están llevando a Bolivia a un punto de confrontación que pone en riesgo, a mi entender, nuestro futuro y nuestra viabilidad.
No puedo seguir gobernando asediado por un bloqueo nacional que estrangule al país, o ante ultimátum, huelgas, amenaza y acciones de hecho que no hacen otra cosa que destruir nuestro aparato productivo, nuestra confianza y nuestro futuro.
No puedo en conciencia avalar propuestas legislativas que in viabilicen nuestra sociedad y la hagan interdicta ante la comunidad internacional, o acciones cuya irresponsabilidad cargue sobre las espaldas de esta sociedad nuevas obligaciones millonarias que simplemente desfondarán nuestro tesoro nacional.
Un tesoro que afronta ya la difícil tarea de seguir equilibrando la brecha entre ingresos y egresos, que nos permita cumplir obligaciones salariales esenciales para nuestros compatriotas en rubros tan sensibles como pensiones, educación, salud. Siento que en estas circunstancias me es imposible seguir gobernando, que el país requiere con urgencia construir una alianza que le permita avanzar sin la espada de Damocles de la presión, los bloqueos y las demandas irracionales que se han multiplicado como fuegos en todo el territorio nacional y amenazan con incendiarlo todo, ahora que Bolivia está precisamente viviendo el despegue económico que puede hacer que en el próximo quinquenio, nuestro crecimiento permita finalmente mejorar la situación atribulada de nuestros compatriotas más necesitados.
Es por estas razones y por las expuestas en el mensaje a la Nación del día de ayer que adjunto esta carta, que he decidido poner a consideración del país, a través del Honorable Congreso Nacional elegido por el pueblo, mi renuncia deal cargo de Presidente Constitucional de la República.
Expreso ante Ustedes mi profundo agradecimiento a un pueblo que más allá de cualquier situación, se siente profundamente boliviano y cree en un mejor futuro, que siempre que ha sido convocado ha dicho ípresenteí con responsabilidad, patriotismo y afán de paz.
Es a ese pueblo al que nos debemos y en el que debemos pensar siempre en la hora de la tribulación. Tengan la seguridad Señores Congresales que encontrarán en mi siempre un hombre de paz, que apuesta por la vida, que ama a su patria con todas sus fuerzas y que ha tomado esta decisión convencido de que es el mejor servicio que puede prestarse.
Que Dios, aquel en el que creen los bolivianos y bolivianas desde lo más profundo de sus espíritus, acompañe sus decisiones en bien de esta Nación a la que le debemos todo.
CARLOS D. MESA GISBERT
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE BOLIVIA
La Paz 7 de marzo de 2005
Honorable Hormando Vaca Díez Presidente del Congreso Nacional y Honorables miembros del Congreso de Bolivia Presente.
Señor Presidente del Congreso, Honorables Congresales: Me toca asumir hoy una difícil y dolorosa decisión, que demanda mi mayor responsabilidad ante el país, y que ha sido tomada tras hacer una profunda reflexión íntima sobre el momento que está viviendo Bolivia.
Cuando fui ungido Presidente el pasado 17 de octubre de 2003, encontré una Nación profundamente herida y aún bajo los efectos de una ola de violencia con pocos precedentes en nuestro pasado. Bolivia estaba entonces ante una larga y dolorosa lista de facturas históricas que todos juntos debíamos pagar.
Mi tarea, Honorables Congresales, era devolver la paz y ejercitarla permanentemente, sobre la premisa de que debemos ser capaces de marchar hacia el futuro sin ejercer violencia, sin matar compatriotas, sin seguir construyendo la historia sobre el luto y el dolor.
Creo que es un objetivo logrado hasta hoy haciendo honor al compromiso que asumí el 13 de octubre de 2003. Recibí también una situación económica catastrófica, expresada en un déficit fiscal de un 8,1 % del PIB, que demandaba un ejercicio de austeridad muy grande desde el gobierno y desde la sociedad.
Ese ejercicio se hizo y se lograron en un tiempo corto resultados alentadores. Encaré finalmente la mayor responsabilidad de todas al comprometer mi esfuerzo y el de mi gobierno en tres temas. La realización de un referéndum vinculante sobre nuestros hidrocarburos y la consecuente aprobación de una ley que emergiera de esa consulta popular.
Una Asamblea Constituyente que le de a Bolivia una nueva Constitución, para tener un nuevo horizonte y un futuro de consenso y de unidad. A esta agenda que es la agenda de Bolivia, sumé el 20 de abril de 2004 el desafío de superar el centralismo -un mecanismo histórico agotado- proponiendo la construcción de autonomías que permitan una descentralización real que de a nuestros departamentos un mejor escenario forjado con su propio esfuerzo y sobre la base de sus propias decisiones.
Estos temas no son, Honorables Congresales, sino las demandas genuinas que nacen de la base de nuestra sociedad y que se expresan a través de multitudinarias manifestaciones populares. He trabajado por ellos, como les consta, durante todos los días de mi gobierno con fe inquebrantable.
He luchado siempre desde donde me ha tocado actuar por una Nación de iguales, he luchado por la inclusión y el respeto de las mayorías y por una visión que reconozca el papel fundamental de los pueblos indígenas, cuyos derechos deben ser reconocidos para terminar con una larga historia inaceptable de racismo y exclusión.
A la vez, estoy convencido que no se puede construir Nación sin entender que un país plural con nueve millones de ciudadanas y ciudadanos, debe ser capaz de compartir esta tierra respetando la pluralidad étnica y cultural y su extraordinario y enriquecedor mestizaje.
Un país que produce, que garantiza la seguridad jurídica, que respeta el éxito de quien genera riqueza, empleo, exportaciones y bienes a favor de nuestra comunidad, un país en el que nadie es más que el otro y en el que todos nos sentimos orgullosos vivamos donde vivamos, un país en el que unos reciben a otros con los brazos abiertos, sin cuestionar el lugar donde nacieron, su color, su orientación personal, sus ideas políticas o religiosas.
He trabajado sin descanso para lograr estos objetivos en condiciones adversas y frente a presiones casi insostenibles, he dado lo mejor de mi y he contado con colaboradores patriotas, desprendidos de cualquier interés, que han trabajado en nuestro gobierno sin desmayo.
He tenido una relación compleja con el Poder que ustedes representan, pero a pesar de las dificultades, hemos avanzado juntos en cuestiones cruciales como la reforma constitucional, la ley del referéndum, las leyes económicas que me permitieron garantizar la estabilidad macroeconómica y otras que necesitaban todos.
He contado en las últimas semanas con el apoyo patriota de representantes nacionales que han acompañado a nuestro gobierno porque creen en nuestros ideales y en la forma en que hemos gobernado; para ellos un especial reconocimiento.
Hemos tenido diferencias y es natural y democrático que así sea, pero a pesar de esto no puedo menos que valorar es esfuerzo de este Honorable Cuerpo por superar las dificultades que este momento nos ha impuesto a todos.
Ha llegado, sin embargo, un momento decisivo y d elato riesgo. Mi obligación es gobernar y hacerlo garantizando a la Nación las condiciones mínimas de convivencia civilizada y pacífica.
Las posiciones de algunos de lo más importantes protagonistas de la política boliviana y de algunas organizaciones sociales, regionales y sindicales, están llevando a Bolivia a un punto de confrontación que pone en riesgo, a mi entender, nuestro futuro y nuestra viabilidad.
No puedo seguir gobernando asediado por un bloqueo nacional que estrangule al país, o ante ultimátum, huelgas, amenaza y acciones de hecho que no hacen otra cosa que destruir nuestro aparato productivo, nuestra confianza y nuestro futuro.
No puedo en conciencia avalar propuestas legislativas que in viabilicen nuestra sociedad y la hagan interdicta ante la comunidad internacional, o acciones cuya irresponsabilidad cargue sobre las espaldas de esta sociedad nuevas obligaciones millonarias que simplemente desfondarán nuestro tesoro nacional.
Un tesoro que afronta ya la difícil tarea de seguir equilibrando la brecha entre ingresos y egresos, que nos permita cumplir obligaciones salariales esenciales para nuestros compatriotas en rubros tan sensibles como pensiones, educación, salud. Siento que en estas circunstancias me es imposible seguir gobernando, que el país requiere con urgencia construir una alianza que le permita avanzar sin la espada de Damocles de la presión, los bloqueos y las demandas irracionales que se han multiplicado como fuegos en todo el territorio nacional y amenazan con incendiarlo todo, ahora que Bolivia está precisamente viviendo el despegue económico que puede hacer que en el próximo quinquenio, nuestro crecimiento permita finalmente mejorar la situación atribulada de nuestros compatriotas más necesitados.
Es por estas razones y por las expuestas en el mensaje a la Nación del día de ayer que adjunto esta carta, que he decidido poner a consideración del país, a través del Honorable Congreso Nacional elegido por el pueblo, mi renuncia deal cargo de Presidente Constitucional de la República.
Expreso ante Ustedes mi profundo agradecimiento a un pueblo que más allá de cualquier situación, se siente profundamente boliviano y cree en un mejor futuro, que siempre que ha sido convocado ha dicho ípresenteí con responsabilidad, patriotismo y afán de paz.
Es a ese pueblo al que nos debemos y en el que debemos pensar siempre en la hora de la tribulación. Tengan la seguridad Señores Congresales que encontrarán en mi siempre un hombre de paz, que apuesta por la vida, que ama a su patria con todas sus fuerzas y que ha tomado esta decisión convencido de que es el mejor servicio que puede prestarse.
Que Dios, aquel en el que creen los bolivianos y bolivianas desde lo más profundo de sus espíritus, acompañe sus decisiones en bien de esta Nación a la que le debemos todo.
CARLOS D. MESA GISBERT
PRESIDENTE CONSTITUCIONAL DE BOLIVIA
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