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La Juventud y la Mujer, Como Importantes Componentes de la Fuerza Social de Trabajo

COLOMBIA

La Juventud y la Mujer, Como Importantes Componentes de la Fuerza Social de Trabajo

Por: Alejandro Martínez

El Neoliberalismo ataca con sevicia las garantías colectivas de l@s trabajadores en general, pero en particular se vulneran como nunca antes los derechos de la juventud, al ser mutilados y privatizados los sistemas colectivos universales de seguridad social, de educación pública, recreación y demás inherentes a su condición social, lo que implica la negación de su condición de fuerza de trabajo en preparación y se les expropia de sus legítimos derechos al acumulado social nacional y salario colectivo necesario para la reposición, renovación y cualificación de la mano de obra.

El Neoliberalismo con su discriminación odiosa, pragmática y miope, limita el enorme potencial productivo y creativo de las nuevas generaciones. Les niega la base económica para realizar su sentido de pertenencia social, les suprime la posibilidad de ejercer su parte en el dominio colectivo sobre el acumulado social, la base económica sobre la cual se erige a apropiarse y desarrollar los valores nacionales, culturales y sociales con lo cual frustra la posibilidad social de generar nobles ideales democráticos de la juventud, en cambio induce resquemores, desarraigos, desintegración social y los empuja a conductas delincuenciales como las drogas y la prostitución.

No se requieren ecuaciones matemáticas complicadas para probar que en el mecanismo económico colectivo, a mejores niveles de salario y empleo, mayores escalas de ingresos para la seguridad social y para los sistemas educativos colectivos, por tanto menor necesidad de aportes estatales extras a estos mecanismos. Incluso el uso racional de la acumulación colectiva, posibilita generar nuevos capitales sociales excedentes, que aplicados a gastos sociales productivos como la educación y el entretenimiento, que generan cohesión social y reducen los gastos de represión y de salud -incrementados por la acentuación de la violencia social- permiten ampliaciones ulteriores de la producción; empero su desvío irracional implica la expoliación creciente de los derechos colectivos, de los muchachos y muchachas. De ahí la ascendente explosividad de este sector.

A su vez, la mujer es otro de los sectores sociales que más sufre el impacto social de la privatización neoliberal del acumulado social. El creciente y exigente papel económico de la mujer en la familia moderna y en la economía en general, en donde ella aparece como un eslabón social cada vez mas vital en la cohesión social y en la reproducción de la fuerza de trabajo, como el principal sujeto reproductor, el único agente social que crea esta fuerza fundamental de la sociedad, en su propio cuerpo, con los costos en salud y tiempo a sus expensas, como inmenso trabajo social gratuito, contrasta con el vil trato que le impone el “mercado laboral”.

Además es la mujer, en sus distintas modalidades; hija, hermana, madre, compañera o abuela, la que asume sobre sus espaldas el principal rol socializador de niños, jóvenes y ancianos adscritos al hogar, que exigen cubrir los extensos dominios de la economía familiar- alimentos, ropas, salud, educación, readecuación y limpieza de utensilios e instalaciones- realizados como trabajos privados, es decir no socializados y por tanto a cuenta y riesgo propios y a la vez como trabajo gratuito adicional, favor de los monopolios privados. Como “recompensa” la mujer es cada vez más marginada y desprotegida con relación a sus nuevas y crecientes obligaciones sociales y en comparación al elevado valor económico del acumulado social que genera.

El neoliberalismo agrava la situación de la mujer, como sujeto social particular, porque ataca los aspectos colectivos esenciales culturales y económicos, que requiere para ejercer su función social como primordial sujeto socializador. Se incita a la sociedad a ser cada vez más individualizada, monetizada, idiotizada e indiferente ante la realidad social en general y del ser social mujer en particular. Se estimula de forma sin precedentes el estigma cultural machista, se le margina, se promueve la degradación de su dignidad, por medio de la manipulación mercantil de su cuerpo y su función reproductiva, a la vez que se espolea la confusión ideológica sobre la naturaleza social femenina, como objeto banal o gancho publicitario, como moneda de cambio especulativa, para la promoción del degenerado mercado neoliberal.

La mujer es también, blanco cruel, certero y fácil del ataque de todas las reformas neoliberales tanto las que recortan empleo y el salario de su compañero, como las que reducen los derechos colectivos de las masas, ligados a la socialización de la creación de la fuerza de trabajo y la economía hogareña, puesto que con la guerra, la privatización de los servicios públicos y la seguridad social, que golpean sus hijos o a los ancianos a su cargo, ella también recibe la paliza, de ahí su creciente despertar de conciencia, organización y movilización.

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