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MIAMI.— El pasado jueves, 26 de agosto

Andrés Gómez*

MIAMI.— El pasado jueves, 26 de agosto, regresaron “a casa”, de su prisión temporal en Panamá, tres de los más peligrosos y connotados terroristas del hemisferio: Guillermo Novo, Pedro Remón y Gaspar Jiménez Escobedo. Regresaron a Miami, desde hace muchos años convertida en la cloaca terrorista de América.

Anteriormente, esa madrugada, la presidenta saliente de Panamá, Mireya Moscoso, los había indultado a ellos tres y a Luis Posada Carriles, criminal mayor de los terroristas.

Posada Carriles, como no tiene ciudadanía estadounidense, no pudo, en esta ocasión, entrar públicamente en Estados Unidos como lo hicieron sus tres consortes. Se dice que no se sabe dónde se encuentra. Posada Carriles está acostumbrado a vivir “clandestinamente”; quizás se encuentre en Honduras, o en Nicaragua, o en El Salvador, o esté aquí mismo en Miami donde vivió también “clandestinamente” a principios de los 90.

El indulto presidencial de la Moscoso no cogió a nadie por sorpresa. El gobierno cubano venía advirtiéndolo desde hacía meses. Aunque no por eso ha dejado de ser infame.

Este indulto, además de ser violatorio de la Constitución política de la República de Panamá, de los derechos del Poder Judicial de esa república, y de los acuerdos sobre el terrorismo, parte de la Convención Interamericana Contra la Corrupción, de la cual esa república es firmante, es también un ultraje a todas las víctimas de los actos terroristas cometidos por décadas por estos cuatro terroristas de origen cubano, así como a sus familiares, anhelantes de justicia.

La acción de la presidenta Moscoso adquiere un carácter aún más ruin si se considera el crimen por el cual originalmente estos cuatro fueron encarcelados en Panamá en noviembre del 2000. Crimen por el que la presidenta se negó a que la Fiscalía formalmente inculpara ante los Tribunales de Justicia a estos cuatro despreciables.

Todo el mundo sabe que estos cuatro terroristas, en aquella ocasión, intentaban hacer volar el Paraninfo de la Universidad de Panamá cuando en un acto dedicado al presidente de Cuba se hubieran encontrado presentes, no solo Fidel Castro y otros altos dignatarios del Gobierno cubano y quizás de otros gobiernos, sino también más de mil estudiantes, profesores y dirigentes gremiales panameños.

De haber podido estos cuatro terroristas indultados por la presidenta Moscoso hacer volar ese auditorio en aquella ocasión más de mil ciudadanos panameños, con toda certidumbre, hubiesen sido asesinados.

Señalado este aspecto del caso, más perverso deviene el indulto.

El gobierno de Estados Unidos conoce al dedillo el historial terrorista de estos cuatro, porque precisamente hace muchos años su Agencia Central de Inteligencia los entrenó y los hizo terroristas. Además, dos de los tres que fueron admitidos la semana pasada a Estados Unidos son criminales convictos por el delito de terrorismo en tribunales norteamericanos.

Guillermo Novo fue condenado a cadena perpetua por su participación en el asesinato de Orlando Letelier y Ronni Moffitt, el 21 de septiembre de 1976, en Washington D.C. Posteriormente, apeló su sentencia, ganó la apelación y fue puesto en libertad.

En 1982, Pedro Remón fue condenado a cinco años de prisión por negarse a cooperar con un Gran Jurado en la ciudad de Nueva York que investigaba las actividades terroristas de Omega 7, organización a la cual Remón pertenecía. Después, en 1986, fue condenado, por otro Tribunal en Nueva York, a diez años de prisión por transportar explosivos y por conspirar para asesinar a un alto diplomático cubano en Estados Unidos.

El gobierno de Estados Unidos, al recibir a estos tres terroristas, les da refugio, les da amparo, cuando está supuestamente comprometido en una cruzada mundial en contra del terrorismo, y cuando mantiene a más de trescientos individuos, sospechosos de ser terroristas internados incomunicados, por tiempo indefinido, y sin derechos, en el campo de concentración que mantiene en su base naval en Guantánamo.

Luis Posada Carriles, Guillermo Novo, Pedro Remón y Gaspar Jiménez Escobedo son parte de organizaciones terroristas de la extrema derecha cubanoamericana, que, desde territorio norteamericano, con la más absoluta impunidad, durante las últimas cuatro décadas, han cometido miles de actos terroristas en contra del pueblo cubano, incluyendo asesinatos, en contra de personas, como nosotros, que aquí en Estados Unidos nos hemos opuesto a sus métodos y a sus objetivos.

Ahora, tres de estos infames vuelven a vivir entre nosotros, entre nuestras familias y nuestros hijos.

¿Cuántas vidas más hay que esperar que se pierdan para que las autoridades federales cumplan con los deberes impuestos a ellas por la ley?

¿Cuántos muertos más, cuánta calamidad más, cuánto dolor más, antes de que al fin se haga justicia?

*Director Areítodigital.

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