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Un fracaso anunciado

Un fracaso anunciado

La reforma tributaria de Uribe montada sobre los hombros del pueblo colombiano.
“El fracaso de la reforma no puede asignarse a ninguna maniobra contra el
Gobierno, diferente a la simple consideración de que los parlamentarios, cuya
mayoría está acostumbrada a seguir servilmente las decisiones del Ejecutivo,
saben de las repercusiones de una tan desvergonzada injusticia…..”,
escribe Álvaro Vásquez en la última edición de VOZ.

16.12.2004 [Álvaro Vásquez/VOZ/COLOMBIA] El proyecto de reforma
tributaria ha sido la peor iniciativa del Gobierno en este período
parlamentario. Montada sobre la base de un aumento del IVA de manera irracional
y contra toda consideración a la situación de la población, nunca fue aceptada
por la opinión ni por el Congreso.

El pretexto de la necesidad de atenuar el déficit fiscal y de atender supuestos
gastos sociales, a costa de una exacción directa a los consumidores hasta en sus
más urgentes compras diarias, es absurdo y desafía los elementales principios de
la lógica real.

Pero lo principal ha sido el empecinamiento de Uribe y su Ministro de Hacienda
de negarse a buscar los dineros para el presupuesto del Estado en donde
realmente los hay como son las altísimas ganancias que en este período están
recibiendo los grandes monopolios empresariales.

Ganancias que son en buena medida el premio recibido por el patronato como
consecuencia de la aprobación de la reforma laboral de fines de 2002.

En repetidas ocasiones Uribe y su combo se opusieron tercamente a considerar la
supresión de las jugosas exenciones que hoy se otorgan a los capitalistas con
pretexto en las reinversiones de las utilidades, algo que es consustancial con
el proceso de acumulación del capital. Mientras el Producto Interno Bruto en
estos dos años se eleva trabajosamente por el orden del tres por ciento, los más
altos empresarios han tenido ganancias semestrales hasta del ciento por ciento.

En cada ocasión en que diversos sectores plantearon esta monstruosa anomalía, el
Gobierno insistió en la manida tesis de que había que asegurar las altas
ganancias a costa de la baja del salario real, porque supuestamente ésta es la
vía del crecimiento económico. Tesis refutada por la experiencia y por el
fracaso de la mentira de que así crecería el empleo.

El fracaso de la reforma no puede asignarse a ninguna maniobra contra el
Gobierno, diferente a la simple consideración de que los parlamentarios, cuya
mayoría está acostumbrada a seguir servilmente las decisiones del Ejecutivo,
saben de las repercusiones de una tan desvergonzada injusticia que pretende
reducir el consumo popular en una etapa en que la miseria crece sin tasa y
cuando se acercan las elecciones para renovar las Cámaras.

El principal responsable de haber llevado al Gobierno a este callejón sin salida
que culminó con el hundimiento del proyecto notoriamente injusto, no es otro que
el ministro Carrasquilla, quien, en un gesto de dependencia sin límites a la
mentalidad patronalista y clasista, pretendió que, contra toda lógica, el
parlamento aprobará esta seudo reforma, que, además, nada resolvería para la
crisis fiscal, cuyas causas no son otras que la servidumbre de la deuda pública
de “seguridad democrática”, concretada en la intensificación de una
“guerra integral” para pretender derrotar a la insurgencia armada.

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