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El CEN y los primitivos

El CEN y los primitivos



La historia de la humanidad no necesita de un motor que la empuje. Sólo necesita de la existencia del hombre... y se mueve sola.

‘Historia’ es el nombre común del registro de la evolución (un registro no muy imparcial). Historia es el nombre vulgar del desarrollo. Se le llama ‘historia’ en términos genéricos al proceso de cambios continuos que suceden y se suceden; de los sucesos que ya ocurrieron –el pasado- y los que acontecen ahora –el presente-. Los que acaecerán en el futuro, naturalmente, aún no son historia. Pero lo serán. Por eso la historia de la humanidad no tiene fin y nunca se acabará, en tanto se cumpla al pie de la letra con el único requisito indispensable: mientras exista el hombre. Incluso considerando la desaparición de la especie humana, seguirá habiendo una historia de la naturaleza, de la materia con vida, seguirá sucediendo su evolución y su desarrollo.

La aplicación metodológica de los conceptos “cénicos” nos enseña que desde los albores de la humanidad organizada (algo a lo que se le dio el nombre impreciso de civilización), las primeras sociedades humanas establecidas, como lo dice Engels, desde la “historia escrita” (no considerando la prehistoria), sólo ha habido dos modos de producción de la riqueza: uno, el modo de producción privado (MP1) y dos, el modo de producción social (MP2). Digamos entonces que no sería equivocado llamar al MP1 como el modo de producción primitivo, como el primero que aconteció y el que utilizaron nuestros ancestros más antiguos, y llamar al MP2 como el modo de producción avanzado, por ser posterior y más desarrollado que aquel, el que nos tocó en suerte a nosotros.

A lo largo de toda esta historia humana, en cambio, ha habido un único modo de distribuir esas dos formas de producir riqueza: el modo de distribución privado y excluyente (MD1).

Ese único modo de distribución es el que existe hoy, en el siglo XXI, y es exactamente el mismo desde la conocida como revolución neolítica, hace diez mil años, después de la última glaciación, cuando a uno de esos grupos de hombres primitivos se le ocurrió roturar la tierra, labrarla. Quizá fuéramos más precisos en su nacimiento si supiéramos cuándo fue que uno de ellos o uno de sus descendientes dijo: “esta tierra es mía y lo que produce es para mí”, excluyendo a los demás. En fin, lo importante es decir que el modo de distribución excluyente nació hace mucho, mucho tiempo, y nació por elección voluntaria, como opción intencional del propio hombre “civilizado”, pero no de toda la humanidad. Fue la decisión de un individuo, quizá de un grupo –seguramente-, pero que dejaba fuera a los demás, descartaba a la gran mayoría. El nacimiento del modo de distribución con apropiación excluyente de la riqueza producida (MD1) nos indica en forma indeleble el nacimiento de la diferencia de clases, de los incluidos y los excluidos, de las clases antagónicas; con él nace lo que se conoce como “lucha de clases”.

Ya dijimos que la historia no tiene motor, y vemos así que tampoco es cierto que la lucha de clases sea ese motor.

Nuestra metodología de estudio de la historia nos dice que la lucha de clases nace como consecuencia de la instauración y aplicación del MD1. Nos dice que no es cierto que la historia de la lucha de clases sea la historia de la humanidad, sino que la existencia de clases antagónicas es consecuencia de la aplicación de un modo de producción-distribución, más precisamente, por causa de usar un modo de distribución particular, el privado o excluyente, optado, adaptado y adoptado por un grupo de hombres, bajo su exclusiva responsabilidad. Nos dice que hasta ahora la historia de la humanidad se ha desenvuelto dentro de un único modo de distribución de la riqueza producida. Es decir, también nos dice que ese MD1 puede ser –y lo será- suplantado por otro, el MD2, que lo superará, pues será posterior, más evolucionado y más desarrollado. El MD2 será un modo de distribución social incluyente, correlativo con el MP2 en uso. Por tanto, con su aplicación en la práctica desaparecen las diferencias de clases, las clases antagónicas y la lucha de clases.

Así, para el CEN la historia de la humanidad es la historia de los diferentes modos de producción y distribución (modos de producción-distribución) de la riqueza. La economía del CEN es en sí la propuesta concreta de un modo de distribución social de la riqueza producida socialmente, de un MD2.

En vista de lo anterior, y si consideramos como acertado llamar primitivo al MP1 y avanzado al MP2, es también apropiado llamar al MD1 como primitivo y al MD2 como avanzado.

Por ese motivo, las teorías económicas y los sistemas sociales que han existido y que han utilizado el MD1, ya sin importar si se desarrollaron bajo un MP1 o un MP2, pueden llamarse sin temores como primitivas. Es decir, los sistemas sociales que se han desarrollado en el MP2 (el modo de producción social) pero siguen estando afiliadas al uso del MD1 (al modo de distribución excluyente) son sistemas sociales primitivos. Tal el caso del capitalismo y el socialismo “real”, en todas sus variantes. Y más aún, son sistemas sociales contradictorios: usan un MD1 en un MP2.

Por eso es que decimos que la economía del CEN es avanzada y las demás economías son primitivas. Intentar comparar, estudiar o constreñir al CEN según los preceptos y criterios de las economías habidas no sólo es un error sino una falacia histórica. Es como analizar la química bajo los principios de la alquimia. En verdad es un trabajo inútil: un imposible práctico.



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El peor enemigo de la humanidad es el conservadurismo,

porque el pretender mantener por siempre un logro alcanzado

solamente nos prohíbe mejorarlo.

Centro INDEV

Montevideo - Uruguay

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