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Democratización de la democracia (I)

Nota de aporrea: El primer artículo de esta serie , Democratización de la democracia (I)
La triple victoria de Chávez fué publicado en Aporrea el pasado 7/09/2004.
Ver: http://aporrea.org/dameletra.php?docid=9718


La victoria de Chávez que lo ratifica en el poder hasta el 2006 y su reconocimiento mundial, no obedece al curso de los conflictos entre los empresarios de Nueva York y los Halcones que dominan la Casa Blanca. Por el contrario, demuestra la decisión del pueblo venezolano de ejercer la autodeterminación nacional, de defender su papel protagónico en la política y de continuar el curso de la revolución bolivariana, en rechazo a las pretensiones de reducirlo a la exclusión y la invisibilidad.

Quito-Ecuador. Marcelo Larrea(*). el Sucre.
La victoria de Chávez en el referendo del 15 de agosto pasado, en lugar de revocar su mandato como pretendió la oposición y la Casa Blanca, lo ratificó por cuarta vez en 5 años, en el ejercicio del poder.

Nunca antes en la historia mundial, un Jefe de Estado ha sido expuesto a un proceso de relegitimación tan constante como él. Electo en 1999, se presentó por su propia iniciativa a nuevas elecciones el 2000. El 2002, secuestrado y depuesto en un golpe de estado, fue restituido por una insurrección popular. Y ahora ha sido refrendado en las urnas con un 59% de votos.

El suceso único, no sólo es sorprendente en éste aspecto, lo es además, porque contiene la derrota sucesiva de sus opositores, la vieja partidocracia local y la administración Bush, la oligarquía rentista interna y sus socios del capital transnacional. De esta forma, abre el horizonte de un proceso de descolonización de la política venezolana, que está demostrando que el poder político puede gestionarse sin la manipulación colonialista de Washington, si se basa en la voluntad soberana del pueblo.

Los sucesivos triunfos de Chávez, no son un producto artificial del marketing político. No obedecen a una suerte de chavezmanía, supuestamente montada al estilo con el que se venden presidentes en Estados Unidos, no. Él ha sido estigmatizado y victimizado por una chavezfobia mediática al interior y exterior del país, y no idolizado, como por ejemplo lo fue Gorbachev, cuando pavimentaba el camino a la disolución de la Unión Soviética. La realidad ha probado que ni la Gorbymanía no pudo detener su colapso, ni demonización de Chávez, derrotar a la revolución bolivariana.

La historia que hoy vive Venezuela, no puede ser comprendida en la superficie, ni por la arbitraria manipulación mediática, es necesario el examen del proceso que la sustenta.

¿Por qué apareció el chavismo?

Desde la perspectiva contemporánea, el referente nodal del actual proceso es el “caracazo”. La masacre indiscriminada de miles de ciudadanos, ordenada por el gobierno adeco (“socialdemócrata”) de Carlos Andrés Pérez, en 1989. De ésta forma suprimió una insurrección popular espontánea en contra de un programa económico neoliberal ordenado por el Fondo Monetario Internacional (FMI), dirigido a elevar los beneficios de los acreedores de la deuda externa del país a expensas de las condiciones de vida de los venezolanos.

La Venezuela saudita, plagada de petrodólares, había sido víctima de un saqueo ponderado en varios cientos de miles de millones de dólares y de la pretensión de la hipoteca de su petróleo por medio de la acumulación sistemática de la deuda externa. La pobreza y la miseria se habían extendido sobre la mayoría de la población, en tanto, una pequeña capa oligárquica inflaba su riqueza, permitiendo que el capital transnacional se apropie de la mayor parte de los recursos y ganancias del país.

Emergieron entonces, sangrientamente todas las contradicciones concentradas en la continuación de la explotación colonial de Venezuela. El servilismo del gobierno y de la partidocracia, a las draconianas imposiciones del FMI. La subordinación ciega al capital extranjero de una clase económica dominante, a expensas incluso de sus propios intereses y de las expectativas de su crecimiento y de su nación. La opresión de un pueblo condenado al analfabetismo, el desempleo, el desamparo y la miseria, sometido a la invisibilidad, en una sociedad basada en el control del poder por una opulenta y abúlica oligarquía rentista de corte colonial. La inexistencia de medios de expresión política de la adolorida gente común, que le condujeron en ese punto de inflexión, a explotar espontánea y súbitamente como un volcán.

La respuesta de la “democracia de papel”, frente a la inesperada voluntad del pueblo de expresar su existencia, fue fría y brutal: mantener su invisibilidad reprimiéndolo, con los recursos despiadados de la masacre, el disparo indiscriminado en las calles, al cuerpo de hombres, mujeres, ancianos y niños. La gente vivió con dolor el uso de la policía y el ejército como órganos del terror contra el pueblo, para proteger los intereses de los saqueadores de la república. La Venezuela saudita, de la oligarquía del derroche, triunfó sobre un océano de sangre. Aparentemente nada había cambiado. En realidad: todo había cambiado.

La primera señal posterior en la superficie de ese cambio, apareció en el levantamiento militar del 4 de febrero de 1992, que puso en evidencia la vulnerabilidad de la denominada “fortaleza democrática de América Latina” y del poder de la oligarquía colonialista de Venezuela. Cuando el grupo de militares comandado por Chávez se movilizó para derribarlo, nadie salió a defender al régimen de Carlos Andrés Pérez, señal inequívoca de que la luna de miel de Acción Democrática (AD) con el pueblo, forjada en la resistencia a la dictadura militar en la década del 50 y sostenida en las tímidas reformas y concesiones en la “democracia” de papel, había concluido. Pérez, pudo sostenerse en el poder, sólo por la superioridad mecánica de las Fuerzas Armadas sobre los insurrectos.

El caracazo y luego el histórico 4 de febrero, dejaron a la estructura del poder armada tras la caída de Pérez Jiménez en el Pacto de Punto Fijo, gravemente lesionada. La partidocracia se escindió. El ex – presidente, Rafael Caldera, salió del partido socialcristiano que fundó, COPEI, para con una voltereta hacia la izquierda, asumir el poder en medio del vacío de poder. La alianza con Teodoro Petkof, Pompeyo Márquez y sectores de la izquierda que colaboraron en mantener intocada la vieja estructura con algunos toques cosméticos, aseguró tanto la continuidad de las políticas del FMI y la hegemonía de la oligarquía rentista, cuanto que el vacío de poder continúe, vacío.

Ese vacío de poder cada vez más profundo, sólo pudo ser llenado con el ascenso de Chávez en las elecciones de 1998, tan inesperado para la oligarquía como la existencia política del pueblo, el caracazo y el 4 de febrero.

La clave del vertiginoso crecimiento del chavismo, sin embargo, no sólo fue el vacío de poder. De alguna forma, la necesidad fue creando el órgano. Incluyó una diversidad de componentes. El sentimiento en la piel de que la IV República había mostrado su descomposición histórica en el “caracazo”, cuando reveló con crueldad, su rostro asesino. La determinación nacionalista y patriótica de los militares comandados por Chávez, dispuestos a no permitir nunca más que los soldados sean usados para matar a su pueblo, que sus riquezas sean exportadas a expensas de su miseria, que la Patria de Bolívar, su República, fundada en una revolución anticolonial de dimensiones continentales y mundiales, sea tratada como un juguete en manos de las misiones del FMI. La invocación a las tradiciones revolucionarias del pueblo venezolano, su heroica participación en la revolución independentista por la que combatieron y murieron en todo el continente. La memoria de la revolución federal de Zamora. La convergencia de todos cuantos habían resistido estoicamente la brutalidad de un régimen político que, inundado de petrodólares fabricaba como su símbolo misses universo como coca colas en serie, en tanto condenaba a la ignorancia a sus niños y jóvenes y fomentaba la delincuencia y la violencia masiva con sus perversos mecanismos de la exclusión sistemática, frente al desenfrenado culto del consumismo y la corrupción. El descubrimiento cada vez más profundo de que el poder no pertenece a los dictámenes coloniales del capital extranjero y sus agentes, sino a la nación y al martirizado e invisibilizado pueblo venezolano.

La vieja y la nueva Venezuela ingresaron en un conflicto decisivo en el “caracazo”, el baño de sangre de la revolución bolivariana. Desde entonces, inspirada en el dolor de los mártires, la locomotora de la historia ha continuado indetenible, buscando y abriendo horizontes.

La realidad política de Venezuela para los “gurús” del Departamento de Estado, se salió del guión. También para los teólogos de la izquierda. La necesidad creo un camino.

La conspiración permanente

Una tarde conversando con Chávez, cuando enfrentaba el sabotaje petrolero, en el helicóptero presidencial que nos llevaba sobrevolando las costas del Caribe, de la refinería el Palito al Palacio de Miraflores, en su estilo franco y sincero me contó una anécdota emblemática. Cuando fue electo, antes de posesionarse, él hizo una gira internacional y en ella había incluido una visita a La Habana y Washington. En algún lugar de su travesía recibió una llamada telefónica indicándole que si él viajaba a La Habana, no sería recibido en Washington, en el estilo clásico con el que la Casa Blanca ha tratado a sus títeres en América Latina. Chávez respondió que no dejaría de ir a La Habana, que no permitía que nadie le imponga la agenda al Presidente de un país soberano.

Desde que asumió el poder, fue claro para la vieja oligarquía venezolana, y sus titiriteros de Washington, que el nuevo Presidente no era una mercancía. Ésta desató una guerra de clases dirigida a proteger sus intereses y la amplia participación en la riqueza de su país del capital transnacional, principalmente estadounidense, buscando su derrocamiento a través de una conspiración permanente, por todos los medios.

El primer instrumento fue y es la fábrica mediática del imaginario colectivo. Sus lanza misiles: la televisión, la radio y la prensa, golpean todo el tiempo la imagen de Chávez, como en un bombardeo de saturación estilo “tormenta del desierto”, profundizando el libreto que usaron en su contra desde que apareció en la escena política.

Al gusto ya clásico del Departamento de Estado y la CIA, la campaña se ha caracterizado por la demonización mediática de la víctima. Chávez es presentado como un gorila golpista, procedente de las discriminadas “razas inferiores”, una cruda versión venezolana de Pinochet, Videla o el piña Noriega, curiosamente, personajes todos formados en la incubadora del Pentágono, la Escuela de las Américas, y leales súbditos de su majestad el dólar, datos que siempre omiten. Para denigrar su respaldo popular y sus políticas nacionalistas en defensa de los intereses de Venezuela versus los del capital extranjero y su preocupación por las políticas sociales, lo han presentado como un “populista”, usando el concepto seudo-sociológico, manejado por el Departamento de Estado, para descalificar a cualquier político latinoamericano que ose afectar sus intereses o salirse de su irrestricto control, con el que han constituido un saco de gatos en el que incluyen con frecuencia además a los políticos corrompidos y desacreditados del continente. Y, lo atacan acusándolo de seguir a Fidel y llevar a Venezuela al castrocomunismo.

En su visión estratégica, esto implicaría su aislamiento nacional e internacional, el mundo debe excomulgarlo: la izquierda por ser un gorila y la derecha por ser comunista, e izquierda y derecha juntas, por ser un populista. No debe tener apoyo en ninguna parte ni puerta de escape. El objetivo repetido en cada nuevo enfrentamiento ha sido imponer una matriz de opinión opuesta a Chávez, que en su desarrollo debe transformar su legitimidad política en su opuesto y producir su colapso.

Bajo la cobertura de la defensa de la libertad de prensa, el 99% de los 500 medios de Venezuela y sus repetidoras internacionales, monitoreadas por la CIA, no han descansado un solo día en cumplir esta conspiración contra un Jefe de Estado democráticamente electo, en un proceso que atenta contra el derecho a la información veraz, pero, además lesiona la soberanía y seguridad de la nación, y como tal, es sancionada por los códigos penales en todos los países del mundo. Chávez, no ha usado la ley en contra de la guerra mediática, ni una sola vez, a pesar de que ésta ha sido un recurso fundamental de las ofensivas para derribarlo a él y a la democracia venezolana, sin embargo ha visto como todas han fracasado.

El segundo recurso de la guerra, se ha formado con la asociación de los partidos políticos otrora irreconciliables, desde la extrema derecha hasta la extrema izquierda, desde Primero Justicia hasta Bandera Roja, incorporando a AD, COPEI ( el partido socialcristiano) y posteriormente al MAS (Movimiento Al Socialismo). Su tarea derribar a Chávez como sea, con los métodos fascistas que usaron en el golpe del 2002 e incluso a través del magnicidio como lo ha declarado ante las cámaras de la televisión internacional, el ex – Presidente Carlos Andrés Pérez.

Como tercer recurso, ha operado la asociación de la burguesía empresarial organizada en Fedecámaras con los trabajadores básicamente del sector estatal organizados en la burocratizada Central de Trabajadores de Venezuela, (CTV) dirigida por AD. Ellos han protagonizado la huelga de diciembre del 2001, la de abril del 2002 que desencadenó el golpe que suprimió todos los poderes e instaló una suerte de un súper dictador, y el boicot petrolero de diciembre y enero del 2002-2003.

El cuarto recurso, ha sido el uso de las redes de inteligencia montadas habitualmente por la CIA y el Pentágono en las Fuerzas Armadas y la policía en los países latinoamericanos. Apoyados en ellas han dado golpes continuos para desprestigiar a Chávez, como la presencia de Vladimiro Montesinos y la pretensión de asesinarlo en Caracas, las insurrecciones de oficiales en servicio activo que alentaron los espectáculos sangrientos de la Plaza Altamira, el golpe del 2002, el sabotaje petrolero, los atentados terroristas a las embajadas de Cuba, España y Colombia y hasta la importación de paramilitares colombianos, para desencadenar una escalada terrorista en el camino de un magnicidio, un golpe de estado y una invasión extranjera.

A la combinación de éstos recursos se han sumado las declaraciones intervensionistas de los funcionarios del Departamento de Estado y la Casa Blanca, como Collin Powell, Roger Noriega, Otto Reich entre otros. Ellas han contenido su aval al golpe de estado fascista de abril del 2002 y el manejo de la pretensión de usar la Carta Democrática de la OEA, para encubrir una intervención, una invasión militar de EEUU para detener a Chávez, matarlo o llevarlo al exterior como lo hicieron con Bishop, Noriega o Aristide, disciplinar al pueblo venezolano al estilo sangriento del caracazo y devolver el poder a la oligarquía títere a su servicio.

Pero, todos estos mecanismos reiteradamente han fracasado. Chávez no es simplemente un individuo, es la suma, síntesis y cifra de un proceso político, inseparable del chavismo, la forma en la que el pueblo organizado o no, ha llenado el vacío de poder de la vieja Venezuela y busca ejercer su soberanía nacional y política en la construcción de una nueva Venezuela.

La guerra por otros medios

En tanto la oposición ha sustituido la política por los métodos de la guerra, en su obsesión de derrocar a Chávez, él y el pueblo sujeto del proceso, han respondido a ésta guerra por los medios de la política, invirtiendo dialécticamente la lógica de Clausewitz. Han impedido así, que se desencadene una guerra civil o una invasión yanqui y derrotando una a una, la cadena de conspiraciones.

Su escudo defensivo y a la vez arsenal ofensivo, ha sido la Constitución. Elaborada por una Asamblea Constituyente electa por voto universal y expedida en referendo en 1999, es indiscutiblemente el poder originario y como tal la fuente legítima de la legalidad. No es extraño por eso, que tanto Chávez como el pueblo, lleven la Constitución en su bolsillo y la usen como su ejército en cada batalla política.

Frente a la guerra mediática, al golpe de estado, al sabotaje y el boicot, al terrorismo y al paramilitarismo, a las intervenciones de los voceros de la Casa Blanca y a las amenazas de invasión extranjera, el arma esencial de la revolución bolivariana, ha sido la soberanía popular. Y ha probado su fuerza en cada episodio crítico. En el putch del 2002, el pueblo no abandonó a Chávez, como lo hizo con Pérez 10 años antes. Masivamente movilizado en todo el país integró a los soldados, depuso a la dictadura de Carmona y restituyó al presidente secuestrado, en una insurrección espontánea, que usó como símbolo precisamente la Constitución. Frente al sabotaje petrolero de fines del 2002 e inicios del 2003, que pretendía la salida del Presidente, el pueblo recuperó las instalaciones petroleras y se impuso la figura del referendo revocatorio establecido en la Constitución. La preeminencia de los medios políticos ha triunfado una y otra vez y con ella la democracia bolivariana.

La oposición encerrada en su propio laberinto y debilitada por sus fracasos, que incluyen las pérdidas millonarias que sufrieron por efecto de la huelga de diciembre-enero del 2002-2003, fue llevada del terreno de la conspiración golpista no a la cárcel, sino al régimen de derecho y en consecuencia a disputar el poder con todas las facultades por los medios legales y pacíficos, bajo la observación garante de la OEA dirigida por César Gaviria y el Centro Carter.

El violento enfrentamiento financiado por la oposición millonaria subsidiada con dineros de la CIA, como lo ha declarado públicamente Roger Noriega de la administración Bush, se encontró con un muro de contención, el referendo presidencial, que habilitó el camino a una solución pacífica de las controversias, sin lesionar la soberanía del país y sin someter a Venezuela a las graves e imprevisibles consecuencias humanitarias y sociopolíticas de una invasión extranjera. Se estableció entonces, que no eran las oligarquías del país y el capital imperialista extranjero, sino la soberanía popular expresada en las urnas, a quien le correspondía resolver, si Chávez continuaba o no en el poder.

La conspiración permanente pasó en este contexto, a la escena electoral. Dos de los cinco miembros del Consejo Nacional Electoral (CNE), abandonaron la independencia e imparcialidad de su función, para obrar abiertamente como voceros de la oposición. Se armó una intensa disputa por la legalidad de las firmas presentadas para activar el referendo, que incluían a muertos, menores de edad y otras irregularidades. En lugar de iniciarse el proceso penal por la falsificación de los documentos públicos, como ocurrió en Ecuador con el referendo que el Parlamento de los Pueblos promovió luego de la insurrección del 21 de enero del 2000, el CNE, habilitó un nuevo período de recolección de firmas, y finalmente a pesar de las dudas y denuncias, convalidó las mismas y convocó al sufragio.

La administración Bush, pretendió introducir un nuevo modelo de intervención, usando como caballo de Troya a la Unión Europea, para la cobertura de una misión de observadores con poderes e inmunidades que lo situaban como un juez superior, por encima del CNE, en franca violación de la soberanía del país.

El poder electoral defendió el ejercicio de la soberanía, impidió la intervención electoral y ratificó la vigencia en Venezuela de las leyes venezolanas. Condujo el proceso bajo la más grande observación internacional que haya registrado elección alguna. Operaron los observatorios de magistrados de los tribunales electorales del continente, de ex - presidentes, parlamentarios, dirigentes políticos y personalidades de diversas tendencias ideológicas, de constitucionalistas y académicos, de la OEA, el Centro Carter y de organizaciones sociales y no gubernamentales. A la vez, garantizó el libre ejercicio del derecho al voto de los ciudadanos y la transparencia de los resultados, como lo testificaron todos los observadores internacionales. Para ratificar su acuerdo por iniciativa del ex – Presidente estadounidense, James Carter, se realizó una auditoria voto por voto, que cubrió por muestreo la totalidad de las urnas, con un margen de error menor al 0,1%, y su informe reveló nuevamente la legalidad y legitimidad de la victoria de Chávez.

La campaña electoral cuya dirección asumió Chávez, el mismo día que el CNE anunció que la Coordinadora Democrática había reunido las firmas requeridas para el referendo, se transformó en un mecanismo de movilización social con la conformación del Comando Maisanta. Coordinado por Samuel Moncada, organizó las denominadas patrullas electorales, una red de bases que ha evolucionado como un organismo político propagandístico y de defensa de la revolución bolivariana. Luego de su triunfo, Chávez, anunció, que éstas Unidades de Batalla Electoral, se transformarán en Unidades de Política Social, ampliando la participación protagónica del pueblo en el ejercicio del poder, de ésta forma ese mecanismo de movilización social ha pasado ha adquirir un carácter permanente.

La votación porque Chávez no se vaya, le ratificó en el ejercicio del poder hasta el 2006, en consecuencia expresó concretamente que las maniobras por desestabilizar su gobierno y las conspiraciones por su derrocamiento, no tienen legitimidad, que tienen el carácter de agresiones ilegales a la democracia y al Estado de derecho. Probó que las demandas de uso de la Carta Democrática de la OEA, para abrir las puertas a una intervención militar de EEUU en Venezuela, no tienen legalidad ni legitimidad, pues es indiscutible la naturaleza democrática del gobierno de Chávez. Y en consecuencia, operó como el medio apropiado para impedir la invasión de Venezuela promovida por los halcones de Washington y la oligarquía local, apoyada por los diversos sectores de la oposición, que desnudando su colonialismo, no vacilan en escoger el status de país ocupado, al de una república soberana.

La realización del referendo independientemente de su resultado, por ésta causa, fue una expresión anti – colonialista. Afirmó que, corresponde sólo al pueblo venezolano y no a potencia extranjera alguna definir su destino, a pesar de que el imperialismo extranjero pueda contar con unos cuantos Boves a su servicio, como el Rey de España frente a la revolución independentista. La ratificación de Chávez, sobre las provocaciones y conspiraciones urdidas por la administración del Presidente de EEUU, George W. Bush, y el equipo de halcones constituido por Roger Noriega, Otto Reich y otros, que han pretendido imponer los intereses coloniales, es en las urnas, en el lenguaje de la democracia electoral, una derrota histórica del imperialismo yanqui en América Latina.

El referendo fortalece la democracia, al probar que más allá de sus fetichizaciones y exclusiones, puede ser un vehículo de expresión política del conjunto de las clases sociales y de la nación, no sólo de las clases dominantes, que por su naturaleza conforman una minoría. Además la ratificación de Chávez, inspira la resistencia de los pueblos de América latina y de los mismos Estados Unidos, a las políticas neoliberales, belicistas e intervensionistas de las pequeñas pero poderosas capas oligárquicas que conforman el imperialismo yanqui y controlan el poder político, económico y militar en ese país.

Los votos son un revés para sus estrategias colonialistas que buscan imponer el ALCA y los Tratados de Libre Comercio bilaterales como instrumentos de una estrategia de recolonización integral del sur, bajo la misma óptica de la doctrina Monroe, frente a la cual, Chávez, ha expuesto la Alternativa Bolivariana de las Américas, ALBA. Y también, para la pretensión de avanzar en la pentagonización del subcontinente, que ya cuenta con una numerosa red de bases militares bajo el control del Southcom. Así como, para las imposiciones del Fondo Monetario Internacional, que manipula como marionetas a los gobiernos para garantizar el saqueo colonial de la capacidad de acumulación de las economías locales. Su efecto es el fortalecimiento de las perspectivas anti-coloniales y de la convocatoria a la unidad de las naciones bolivarianas y latinoamericanas, que aparece como el único camino para salir del callejón sin salida de los abusos de Washington que se han expresado en su siniestra cadena de intervenciones políticas, militares y económicas en América Latina y del capital transnacional yanqui, que hoy ha llevado a todos los países, incluidos Brasil, Argentina y México y exceptuando a Cuba, a las horcas de gigantescas deudas externas que impiden su crecimiento.

A lo interior, el referendo ratificatorio, abre una nueva etapa de la revolución bolivariana. Implica la derrota final de la IV República, de su concentración del poder político y económico, de su docilidad a los dictámenes de las potencias extranjeras, de sus antagonismos, indolencias e inequidades sociales. Ratifica la negativa de Chávez a aceptar las distintas formas de intervención militar de Estados Unidos en su país. En el ámbito económico, consolida la definición de una estrategia independiente del capital extranjero y del FMI, de una política petrolera que contribuyó decisivamente al rescate de la OPEP, de los precios del petróleo y a la renacionalización de PDVSA. Así como de la búsqueda de un crecimiento endógeno que permita que la riqueza del país enriquezca al país y no se exporte, que incluye un proceso progresivo de entrega de la tierra a los campesinos y de transformaciones sociales, que han avanzado en promover y garantizar el derecho a la educación y la salud y confrontan la necesidad de incluir a la población mayoritariamente marginada al trabajo y la producción bajo nuevas relaciones sociales, y a todos los bienes de la cultura. El nuevo período expone la necesidad de fortalecer la unidad nacional y profundizar las transformaciones políticas, sociales y económicas que la superación de la exclusión y la satisfacción de las necesidades de todos los venezolanos demandan.

El referendo presidencial y sus resultados, constituyen por todos sus elementos, un hito histórico en el largo proceso de descolonización que inició Simón Bolívar con la fundación de la República y fue traicionado con la partición de Colombia. Sin duda, el significado más importante en el que ha triunfado la política sobre la guerra, lo proclamó Chávez en su programa “Alo, Presidente”: “Venezuela no volverá a ser una colonia”.

* Marcelo Larrea es director de la revista “el Sucre” y corresponsal de Adital en Ecuador. Autor de “La historia no termina” y otros libros.

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