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Lecciones de Venezuela

31-08-2004
Lecciones de Venezuela

Emir Sader
Agencia Carta Maior
Dejemos la crítica de que la polarización entre ricos y pobres lleva al
aislamiento
de gobiernos. Hugo Chávez no la promovió, sólo le dio expresión en el plano
político,
abriendo espacio a nuevos movimientos sociales en un país hasta entonces
dominado
por burocracias sindicales corruptas.
Mucho se puede y se debe aprender de la experiencia venezolana, después del
referendo
del 15 de agosto, de sus resultados, de la situación actual de los gobiernos
electos o apoyados por la izquierda en el continente, de las perspectivas y de
los problemas vividos por los movimientos sociales y de la situación general
de la lucha contra el neoliberalismo en América Latina.
Las primeras lecciones tienen que ser tomadas por los grandes mass media, que
se sumaron al coro de los medios privados venezolanos y se multiplicaron a
través
de las agencias originarias de los Estados Unidos y de otros países de las
metrópolis
capitalistas. Compraron las versiones estilo guerra fría, según las cuales se
trataría de un dictador, mientras elogiaban la oposición como "democrática" y
recibían a Gustavo Cisneros en Brasil como un respetable empresario de éxito,
y no como el gran magnate golpista de la derecha, protagonista del mayor
monopolio
de prensa en América Latina. El gobierno de Hugo Chávez fue incluido en la lista
de los temas malditos, de los cuáles ya forman parte Cuba y el MST. Recibió
también
la condena prácticamente unánime de los editoriales y de las coberturas
internacionales
editorializadas.
La consulta electoral, instrumento único a escala mundial de control ciudadano
de los mandatos populares, fue realizada con total transparencia, incluso según
la Organización de los Estados Americanos y la Fundación Carter, y con el
reconocimiento
internacional unánime de la veracidad del recuento. Los periodistas que fueron
a cubrir la consulta deben igualmente haberse dado cuenta del carácter
totalitario
que el monopolio privado de los medios intenta imponer a los venezolanos. Que
saquen las consecuencias, que procedan como los mayores periódicos
norteamericanos
–el New York Times y el Washington Post – que realizaron una autocrítica de la
cobertura que venían haciendo, inclusive en la cuestión del lenguaje –
"demócratas"
los opositores y "autoritario", Hugo Chávez.
Otras lecciones deben ser tomadas por los movimientos sociales. Estos han
protagonizado
las principales luchas de resistencia contra el neoliberalismo, desde el grito
zapatista de Chiapas hasta los Foros Sociales Mundiales, pasando por las luchas
en Bolivia, en Ecuador, en Perú, en Argentina, en Brasil, en México. Su
capacidad
de resistencia, de canalización de los intereses y de los sentimientos populares
los afirmaron definitivamente como los mejores representantes de la lucha
popular
latino-americana. Pero algunos movimientos sociales han pretendido sustituir
las fuerzas políticas y ocupar el espacio de la política, sólo a partir de la
acumulación de fuerzas social. Esa experiencia ha revelado la capacidad de veto
de los movimientos sociales, pero no ha permitido construir un nuevo proyecto
hegemónico. Esta ha sido la experiencia de los movimientos indígenas
ecuatorianos,
del movimiento campesino e indígena boliviano, entre otros.
La crítica de los límites de la acción estatal para un proceso realmente
emancipatorio
no debe salir de un "politicismo" hacia una concepción que pida a la lucha
social
lo que ella, sola, no puede dar. Tenemos que encontrar nuevas formas de hacer
política, pero haciendo política, inclusive institucional, combinándola con la
lucha de masas. Despreciar la lucha institucional y el potencial de acción del
Estado es entregarlos como obsequio a las fuerzas tradicionales, que,
despreciando
las luchas y los movimientos sociales, usarán el Estado para políticas
conservadoras.
La lucha contra el neoliberalismo es la lucha por la afirmación de los derechos
consagrados universalmente para todos. Esta lucha tiene en los movimientos
sociales
su principal protagonista, pero sólo pueden consagrarse en el plano del Estado,
de un Estado democratizado, que confirme y garantice los derechos para todos,
mediante el fortalecimiento de su dimensión política.
El caso venezolano, en un país que viene de un enorme atraso en la organización
popular, con el espacio sindical ocupado por una aristocracia obrera vinculada
a las empresas petrolíferas, representa un buen ejemplo de como los movimientos
sociales pueden desarrollarse y fortalecerse en alianza con gobiernos que
realicen
una política de privilegio de lo social y de reformas democráticas del Estado.
Venezuela es el país –tal vez el único actualmente en América Latina– en que
los derechos sociales avanzan en combinación de políticas gubernamentales y de
la acción de movimientos sociales.
El mismo caso ya había surgido en la lucha contra el Área de Libre Comercio de
las Américas (Alca) y por el fortalecimiento de la organización de los países
del sur del mundo, cuando en la reunión de Cancún fue creado el Grupo de los
20. La lucha por un proyecto de integración alternativo pasa por la alianza de
los movimientos sociales con gobiernos que lleven a la práctica una política
de soberanía y de construcción de una reinserción activa en el plano
internacional.
La otra lección debe ser tomada por los partidos políticos y los gobiernos de
izquierda en la región. El gobierno de Hugo Chávez se revela como una
alternativa
de izquierda en el continente que combina prioridad de lo social en el plano
interno con soberanía política en el plano externo, promoviendo activamente la
organización del movimiento social. Que gobiernos como los de Lula y de Kirchner
–así como el de Tabaré Vázquez, que puede triunfar este año en Uruguay– así como
el PT, el Frente Amplio uruguayo y las otras fuerzas de izquierda asuman las
lecciones de Venezuela. Que dejen de lado la crítica de que la polarización
entre
ricos y pobres lleva al aislamiento de los gobiernos. Hugo Chávez no la
promovió,
sólo le dio expresión en el plano político, abriendo espacio para el surgimiento
de nuevos movimientos sociales en un país hasta entonces dominado por las
burocracias
sindicales corruptas.

Traducción de Angel Vera para www.pvp.org.uy
Tomado de Agencia Carta Maior. www.agenciacartamaior.uol.com.br

Emir Sader, es profesor de la Universidade de São Paulo (USP) y de la
Universidade
do Estado do Rio de Janeiro (Uerj), es coordinador del Laboratório de Políticas
Públicas de la Uerj y autor, entre otros de "A vingança da História".

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